Todo por la vela. Esa es la apuesta. Sin término medio. Sin tibiezas. Con todas las consecuencias. Arriesgar para triunfar. Aventurarse para vencer. Atreverse para cumplir un sueño. Y, como no, todo ello, con un destino final: participar en unos Juegos Olímpicos. A ser posible, los de Paris 2024. Esta es la jugada protagonizada por Quique Luján. A sus 19 años, el deportista FER ha abandonado su Gandía natal y se ha adentrado en todo un desafío. Desde el pasado mes de septiembre, se encuentra en el Centro Especializado de Alto Rendimiento de Vela Príncipe Felipe de Santander para lograr su gran objetivo: brillar encima de una embarcación. Se ha alejado de sus amigos y familiares. Ha relegado, no olvidado, sus estudios de Ingeniería Mecánica. Para Quique (clase 49er), su valiente decisión ni es un capricho ni es una temeridad. Está convencido de que el tiempo le dará la razón.
Porque la vela es parte de mi vida. Siempre lo ha sido. Ahora, más todavía. Sé que es una apuesta fuerte y arriesgada, pero no hubiera asumido este reto si no me viera con capacidad y con motivación. Y por supuesto, hay un destino final: conseguir hacerme un hueco a nivel internacional y convertirme en deportista olímpico.
La clase 49er es una modalidad olímpica en la que se compite por parejas. Ambos componentes de la embarcación se cuelgan a trapecio. Los 2 regatistas deben rondar los 80 kg de peso, no más. Y es una clase en la que predomina muy claramente el aspecto físico.
Quiero hacerme un hueco a nivel internacional y convertirme en deportista olímpico
Quique Luján
Él es el tripulante y yo el patrón. El tripulante es el que va en proa y lleva la mayor en la ceñida. Tiene que ser muy hábil y, sobre todo, debe tener unas grandes condiciones físicas, ya que su función es muy dura y exigente. Mientras, el patrón lleva el timón y el foque de ceñida. Su labor es más táctica y estratégica.
Me levanto entre las 7 y media y las 8. Tras una reunión con el entrenador, estamos toda la mañana, hasta las 3 de la tarde, en el agua, navegando. Después de comer, por las tardes, tenemos clases de inglés, y tenemos sesión física en el gimnasio y de recuperación con el fisio. Cada jornada se cierra con una sesión de vídeo de nuestro entreno en el agua para sacar conclusiones y pulir defectos. También, aunque más esporádicamente, tenemos cita con la psicóloga, y repaso de norma y reglamentos.
Sí, en 2018 hemos pagado nuestro primer año en la clase 49er. Hemos participado en competiciones internacionales y hemos comprobado de primera mano el enorme nivel que hay. Pero hemos aprendido y nos hemos curtido. Con vistas al próximo año, nuestro principal objetivo es hacerlo bien (por lo menos, entre los 10 mejores) en el Campeonato del Mundo sub23, certamen que se disputa en Noruega durante el mes de julio.