4 de agosto. Esta es la fecha de la última publicación propia de Pablo Torrijos en sus redes sociales. Un día después de competir en los Juegos Olímpicos de Tokio, el atleta castellonense explicaba en su Instagram lo que le había ocurrido en la capital nipona. Una desgracia en toda regla. Lo peor, y con mucha diferencia, que puede sufrir un deportista. En el día clave, a pocos minutos del instante supremo, en pleno calentamiento antes de afrontar el momento soñado, todo se torció. Un súbito y doloroso pinchazo en la planta del pie derecho arruinaba sus sueños y expectativas. Imposible atacar el foso de arena en plenas condiciones. Inviable firmar un gran concurso para convertirse en unos de los 12 finalistas en la prueba olímpica de triple salto.
Aquel desdichado episodio generó, acto seguido, la lógica desolación. Incluso, las comprensibles e incontenibles lágrimas de rabia y desesperación en alguna entrevista radiofónica concedida en la zona mixta del Estadio Olímpico. Nada más llegar a la Villa, las pruebas médicas revelaban la lesión en su fascia plantar. Pablo Torrijos (Castelló de la Plana, 29 años) no podía creer que el destino se ensañara con él con tanta crueldad. Pero sí, no era una pesadilla pasajera, era la pura y dura realidad. A partir de ese momento, silencio y resignación, que no, rendición.
Sobran los motivos para que el deportista castellonense retome la actividad con, si cabe, más fuerza, hambre y determinación. Los Juegos Olímpicos le deben una. En Río 2016, pagó una cierta inexperiencia (plaza 31ª de 48 participantes con un mejor registro de 16,11m). En Tokio, fue víctima de circunstancias ajenas a su voluntad. Por ello, una vez recuperado de la lesión, y una vez superado el duelo, Pablo Torrijos afrontará el nuevo ciclo olímpico, el que ha de conducirle hasta París, con el firme propósito de restañar todas estas heridas. Para empezar, dispone de un 2022 tan exigente como apasionante: en marzo, Campeonato del Mundo en pista cubierta en Belgrado; en julio, Mundial al aire libre en Oregon, Estados Unidos; y en agosto, Europeo al aire libre en Alemania.
Hasta el momento, los grandes fogonazos de Pablo Torrijos han llegado bajo techo. En el Europeo indoor de 2015, evento disputado en Praga, logró la medalla de plata. Cinco años más tarde, en el Nacional de pista de 2020, certamen desarrollado en Orense, llegó más lejos que nunca, hasta los 17,18m. Por lo que respecta a los grandes torneos al aire libre, fue décimo en el Mundial de Londres de 2017 y acabó quinto en el Europeo de Berlín de 2018. No pudo acudir al Campeonato del Mundo de Doha en 2019 por culpa de una lesión. Sus mejores marcas a la intemperie han sido los 17,07m y los 17,09m alcanzados, en una misma tarde, el 29 de julio de 2020, en una Reunión atlética disputada en Castellón. Por lo que se refiere a un Campeonato oficial, su mejor registro se remonta a julio de 2018, al Nacional disputado en Getafe, momento y lugar en el que firmó un salto de 16,98m.
Toda esa reconstrucción, tanto física como anímica seguirá teniendo su centro de operaciones en Madrid. Por sexta temporada consecutiva, Pablo Torrijos va a fijar su día a día deportivo en la capital de España, bajo la supervisión de Juan Carlos Álvarez y con la compañía de Eusebio Cáceres, con quien Pablo ha establecido una estrecha relación de complicidad, confianza. Para el castellonense, Eusebio es un amigo. Tras los últimos acontecimientos, también puede pasar a convertirse en un espejo, en un ejemplo. Más penalidades físicas que las que sufrió el de Onil es casi imposible acumular. Tras un lustro de penurias, Eusebio rozó el podio en Tokio. A sus 30 años, afirma que vuelve a la casilla de salida y asegura tener la ilusión de un principiante. Para Torrijos, no hay mejor referencia.