Longevos, incombustibles, casi eternos. Así son el castellonense Pablo Herrera y su compañero, el gaditano Adrián Gavira. La mítica pareja del vóley playa español continúa haciendo historia. Ayer, derribaron el muro. Superaron la maldición. 20 años después de Atenas 2004, Juegos en los que Pablo conquistó la medalla de plata, el vóley playa nacional y valenciano atravesó una frontera que se resistía una y otra vez: los octavos de final de unos Juegos Olímpicos. El hito aconteció a los pies de la Torre Eiffel. Un escenario mágico para un logro mágico. Herrera y Gavira derrotaron a los polacos Bryl y Losiak. Es decir, accedieron a cuartos de final. Es decir, ya se han asegurado, cuanto menos, un diploma olímpico, el primero desde que forman tándem. La aventura continúa.
Pablo Herrera tiene 42 años. Gavirá alcanzará los 37 en apenas un mes. No son dos principiantes. Por tanto, tiene mérito, mucho mérito, seguir siendo competitivos en un mundo tan voraz y feroz como el vóley playa profesional. Su caso es digno de estudio. También, por su capacidad para levantarse, para no desplomarse. Tras un inicio de torneo plagado de turbulencias, han alcanzado una especie de velocidad de crucero. Salvaron una situación extrema en el segundo partido de la fase de grupos. A partir de ese momento, todo ha ido sobre ruedas. Los dos últimos encuentros han resultado casi perfectos.
Punto a punto. Colocación a colocación. Remate a remate. Así transcurrió casi todo el choque. Con una igualdad extrema. Con un equilibrio absoluto. En todo. Hasta en los errores cometidos por ambas parejas en los saques. Numerosos, excesivos, para un partido de tal nivel. Al margen de todo ello, el deportista FER Pablo Herrera y su compañero, Adrián Gavira, estuvieron a la altura de las circunstancias. Salvo las concesiones en los servicios, los jugadores españoles compitieron al nivel que requerían unos octavos de final de unos Juegos. Sobre todo, en la construcción de las jugadas (el conocido como ‘side out’) y en los remates. Minimizaron los bloqueos de los polacos. Fueron ‘cazados’ en pocas ocasiones. La resolución de ambos sets a cara o cruz, les favorecieron (23-21 y 21-18).
Pablo Herrera es uno de los beneficiarios del Proyecto FER, programa de ayudas a deportistas valencianos impulsado por Juan Roig a través de la Fundación Trinidad Alfonso. Ayer, estaba especialmente emocionado. Normal. Pablo apura en París 2024 los últimos sorbos de una extensa, dilatada y fértil trayectoria. No hay mejor escenario que unos Juegos para poner el colofón a su carrera. Tras ser noveno en las últimas cuatro citas olímpicas (recordemos que fue plata en Atenas), Herrera, como mínimo, se llevará de la capital francesa un diploma. “Es momento de disfrutar. Humildemente, creo que nos lo merecíamos. Hemos trabajado mucho en los últimos años. Especialmente, en este último ciclo, que no ha sido nada fácil por todo tipo de razones, deportivas y extradeportivas. Desde aquí, queremos reconocer el trabajo de todo nuestro equipo; en especial, de Javi Hernández, el preparador físico, que nos conduce fenomenal”, apuntaban los flamantes cuartofinalistas.
Ahora, mañana, en la siguiente estación, se enfrentarán a los noruegos Anders Mol y Christian Sorum, cuyos expedientes provocan escalofríos. Campeones olímpicos en Tokio, campeones del mundo en 2022 y cuatro veces campeones de Europa. “Ellos son los favoritos, pero… a ver si damos la campanada aquí en la Torre Eiffel», señalan los españoles. En efecto, la lógica dice que los nórdicos deberían de ganar, pero Pablo y Adrián jugarán sin presión. Y liberados, sueltos, con los deberes hechos son muy peligrosos. Esto aún no ha terminado.