Muchos de los deportistas que integran el Proyecto FER no han alcanzado todavía la mayoría de edad. Ahora bien, solo según su fecha de nacimiento. Por sentido de la responsabilidad, capacidad de sacrificio, gestión de una cierta presión o convivencia con la exigencia, casi todos los que aún no han cumplido los 18 años muestran una madurez superior a su edad biológica. En gran medida, esta precocidad en la inteligencia y el desarrollo personal viene motivada por las experiencias inherentes al deporte. Vivencias de todo tipo que curten y endurecen. Como las que afectaron hace un par de mes a dos jóvenes regatistas. Julia Miñana y Silvia Sebastiá, protagonistas por un capítulo que merece un aplauso. En este caso, no hay medallas, éxitos o victorias. Pero sí un mensaje de apoyo y reconocimiento.
Nos situamos en Grecia. En las aguas que bañan Atenas, escenario del 25 al 30 de julio del Campeonato de Europa absoluto de vela clase 420, clase no olímpica, antesala a la olímpica 470, y en la que se compite por parejas. Julia Miñana, regatista de Xábia y de 17 años, y Silvia Sebastiá, nacida en Valencia y con todavía 15 años, conforman uno de los 45 dúos que integran la competición femenina. Han llegado a Grecia felices y animadas. Ni siquiera el tortuoso viaje por carretera (sí, en coche) desde la Comunitat Valenciana hasta Atenas les ha menguado su optimismo. Hay una razón poderosa para tanto entusiasmo. A mitad del trayecto, han hecho escala en la ciudad italiana de Génova para recoger su nueva herramienta de trabajo. Una flamante embarcación con la que esperan mejorar sus prestaciones y brillar en las próximas competiciones.
Empieza el Campeonato. El optimismo y la alegría de Julia y Silvia se transforman en euforia. El barco no navega. Casi vuela. Responde como la seda. Una maravilla. Tras las dos primeras jornadas, y pese a ser una de las parejas más jóvenes del certamen, ocupan la séptima plaza. Los sueños se disparan. Difícil no ilusionarse con un inicio tan rutilante. Pero sin esperarlo, aparece el infortunio. Llega el jueves 27 y la embarcación, que estaba funcionando con la precisión de un reloj suizo, sufre una avería. Se rompe una pieza del timón. Imposible seguir navegando. Primera consecuencia, brusco descenso de posiciones en la clasificación general. En apenas unos segundos, la expectativa de completar un gran Campeonato de Europa se diluye. El sueño se convierte en pesadilla. El deleite, en tormento. Quedaba la segunda parte.
Inmersas en la desolación deportiva, han de sacar fuerzas de flaqueza para afrontar la parte burocrática de la desventura. Con el único apoyo de los técnicos de la Federación Española de vela, han de gestionar, sobre todo, una inmediata reparación material que les permita, aunque ya casi sin alicientes, retomar la competición en las tres jornadas restantes. Al margen, claro está, del resto del papeleo. Y son ellas dos, Julia y Silvia, con tan solo 17 y 15 años, las que recurren a su ejemplar determinación para llevar la voz cantante y manejar una situación muy poco agradable. Experiencias que permiten madurar con mayor rapidez. Peripecias que endurecen el carácter. Avatares que adelantan la mayoría de edad. La real. No la que refleja el DNI.