Más que nunca, orgullosos de Héctor Catalá

Héctor Catalá no pudo ser más explícito al terminar, antes de lo previsto y lo deseado, la prueba de triatlón: “Se me ha roto el tándem, pero, sobre todo, se me ha roto el alma”. Lo decía con la voz entrecortada después de retirarse en los Juegos Paralímpicos de París 2024. Las causas, una maldita avería y una desgraciada caída. Tras un ciclo olímpico muy complicado, llegaba a París en óptimas condiciones. Aspiraba a todo. Así lo estaba demostrando en la carrera. En pleno segmento de ciclismo, iba recortando segundos a sus predecesores. Empezaba a soñar con reeditar la medalla, una plata, obtenida en Tokio. Sin embargo, en el momento más inoportuno, le saltó la cadena del tándem. Pocos segundos después, rodó por los suelos junto a su guía. El deportista del Proyecto FER, iniciativa impulsada por Juan Roig a través de la Fundación Trinidad Alfonso, acabó hundido.

Había tenido un buen inicio de prueba y salió bien de la natación. En esos primeros 750 metros de nado por el rio Sena, ya recortó distancias a los triatletas de la primera salida (se hace así a modo de compensación por los diferentes niveles de discapacidad). Por delante, los favoritos (los franceses Perel y Rigaudeau, y el británico Ellis), comandaban la prueba, pero Hector no había dicho su última palabra. Había salido el penúltimo del agua, y en la primera vuelta del segmento ciclista ya había recuperado la compensación y se colocó sexto, a rueda del otro triatleta español, Jose Luis García. En el siguiente punto de control ya había pasado a su compatriota y estaba a pocos segundos de los que le precedían, es decir, a tiro de piedra de las medallas. Con toda la bici y la carrera a pie por delante, el podio tomaba cuerpo.

Pero la desgracia se cebó con el paratriatleta del Proyecto FER. La cadena de la bici saltó y Héctor Catalá y Carlos Oliver, su guía, pararon para colocarla a toda prisa, con tan mala suerte que acabaron dañando la horquilla de su tándem. Héctor había pasado un ciclo olímpico muy complicado, con cambio de guía incluido; había planificado a conciencia los tiempos para llegar en las mejores condiciones a la cita de París, pero el deporte es caprichoso para bien, algunas veces, y cruel, muchas otras. Esta vez le ha tocado cruz al deportista del Proyecto FER.

Se nos ha roto el tándem, pero realmente lo que tengo roto es el alma. Es muy duro e injusto. He llorado más en una hora que en quince años. Me he sentido muy arropado por mi familia, también por la de Carlos, pero es que no es justo. El deporte no es justo, pero es que la vida tampoco es justa”, decía Héctor con voz quebrada. Estaba totalmente abatido el paratriatleta de Serra porque sabía que la medalla estaba al alcance: “Han sido tres años muy complicados y teníamos el día, aquí el nivel es altísimo, pero íbamos volando en la bici. Por desgracia hemos aterrizado. Hemos salido muy metidos en carrera, a menos de un minuto de cabeza de carrera al empezar la bici y en la primera vuelta estábamos a 40 segundos. Luego hay que ver lo que hubiera pasado, pero estábamos para luchar. Este era el premio que buscábamos y duele mucho lo que ha pasado porque es la primera vez en mi vida que me tengo que retirar de un triatlón, y que sea precisamente aquí, es muy duro”.

Héctor Catalá es una persona metódica, ordenada, muy disciplinada, a la que le gusta pensar y repensarlo todo. Pero tras la carrera era otro: “Estoy intentando no pensar demasiado, porque como lo haga… Todo el mundo me está diciendo ‘a seguir, a seguir’… No he pensado en retirarme, nunca lo he pensado. Me quedo con una frase que me ha dicho Carlos: ‘Ahora tenemos que seguir hasta Los Ángeles porque no es justo acabar así’. MI padre también me enseñó a no tomar decisiones ni en momentos de euforia ni en momentos de bajón, pero a mí esto me gusta demasiado y no he dicho mi última palabra”.