11 de agosto y 15 de septiembre. Son las dos jornadas que han acogido el despegue, la eclosión, de Marina Castelló (Alicante, 20 años). La joven judoca FER ha vivido un mes mágico. En apenas 34 días, su vida deportiva ha experimentado una profunda transformación. Una catarsis. Primero, con el bronce en el Campeonato del Mundo junior, en Ecuador. Después, con otro bronce en el Campeonato de Europa, en Praga. Dos podios que relanzan a la judoca alicantina, cuyo talento y potencial no acababan de plasmarse en los tatamis. Dos logros terapéuticos y revitalizantes. Dos triunfos que le aportan optimismo e ilusión ante su inminente salto a la categoría absoluta. Dos éxitos que, además, ratifican la fertilidad de la factoría de Benimaclet. Bajo la coordinación de los emblemáticos Laura Gómez y Sugoi Uriarte, el CEAR (Centro Especializado de Alto Rendimiento) de judo de Valencia continúa revelándose como un núcleo deportivo productivo.
Personalmente, no he percibido esa diferencia. Cada competición ha tenido sus características propias, tanto en combates, como en sensaciones. Y las dos han sido muy buenas. Personalmente, no me noté mejor en el Europeo que en el Mundial
Estoy muy contenta con la medalla de bronce, pero sí, creo que tenía el oro europeo a mi alcance. El segundo combate, el de cuartos de final ante la francesa De Carvalho, fue una pena. Iba por delante en el marcador y sentía que lo podía ganar, pero se me escapó. No obstante, me quedo, al igual que en el Mundial de Ecuador, con mi reacción tras la derrota para ganar dos combates más y subir al podio.
No se puede describir con palabras. Primero, tuve unos segundos de nervios y de suspense para que se confirmara que había hecho ippon y había ganado. Yo estaba casi segura, pero claro, hasta que no lo validan… Fueron pocos segundos, pero me parecieron horas. En cuanto se confirmó, sólo quería compartir mi felicidad con Laura. Sentí que era un paso muy importante en mi carrera, que refuerza mis sueños e ilusiones deportivas de cara al futuro, y que todo esfuerzo tiene su recompensa.
Aunque las fuerzas no estén al 100%, éxitos como los del Mundial y del Europeo me dan alas y ánimos para viajar al Europeo sub-23 de Albania a por más alegrías.
Todavía soy muy joven, todavía tengo que mejorar en muchos aspectos, pero creo que estoy en el camino correcto. Haré todo lo que haga falta para crecer y para ser una judoca competitiva en categoría absoluta. Momentos como los vividos en Ecuador y Praga compensan todo el esfuerzo y te generan un deseo: volver a disfrutarlos.