La vida de Marcela Quinteros (21/07/1969, nacida en Venado Tuerto, Argentina, aunque con nacionalidad española y residente en Alicante desde el año 1989) experimentó un cambio radical hace 20 años.Un accidente laboral marcó un antes y un después. Las secuelas del percance derivaron en una distrofia muscular que, con el tiempo, le redujeron la movilidad hasta convertirla en usuaria de una silla de ruedas. Por prescripción médica y como único antídoto viable a su situación, el deporte era la mejor terapia para hacer frente a la adversidad. Tras muchos años acudiendo a rehabilitación y con un inevitable sentimiento de frustración «porque pasaba el tiempo y no recibía el alta», descubrió la existencia del deporte para personas con discapacidad.
La deportista del Proyecto FER encontró en el deporte adaptado una ilusión, una salida. Ahora, ya es una pasión. “Descubrí el bádminton hace relativamente poco tiempo. Empecé practicando el pádel, la natación, el tenis de mesa… Así, hasta conseguir una silla de ruedas con la pude empezar a jugar a pádel. No obstante, fue en 2016, durante una exhibición de deporte adaptado, cuando me quedé impresionada al ver practicar el bádminton. Me llamó mucho la atención la velocidad que alcanzaba el volante, era un deporte muy rápido y exigente. Decidí probarlo y me gustó; sobre todo, porque transmitía menos vibración desde la raqueta hacia los brazos y las manos. Realmente, me atrapó”, comenta Marcela Quinteros.
Marcela Quinteros encontró en el deporte adaptado una ilusión, una salida.
Tal fue la atracción de Marcela por el parabádminton que dedicó todos sus esfuerzos para aprender a jugarlo bien. “Comencé a entrenar en el Club de Bádminton Aspe. Era la primera vez que se enfrentaban al reto de entrenar junto con una persona en silla de ruedas, pero tuve una muy buena acogida y me dieron la oportunidad de empezar a jugar con ellos”, recuerda, agradecida, la deportista FER. En tiempo récord, aprendió la técnica, el reglamento y la estrategia del bádminton. Así, sin apenas darse cuenta, en unos meses, compitió en su primer Campeonato de España en 2016. Era el paso definitivo para adentrarse de lleno en la competición.
Para apuntalar su progresión, también fue clave la presencia en una concentración que se celebró en Toledo. “Esta concentración me permitió concluir que tenía potencial para competir a nivel internacional. Además, pudimos obtener una formación más completa para preparar con mejores garantías los siguientes campeonatos nacionales e internacionales”, explica Quinteros. De hecho, su despegue definitivo llegó a partir del año 2017, momento en que se adjudicó, de nuevo, el Campeonato de España, el segundo que disputaba.
Al año siguiente, en 2018, retuvo la corona nacional y, además, logró una espectacular medalla de bronce en la categoría individual femenina WH2 del Campeonato de Europa, celebrado en Francia, y empezó a competir para el Road to Tokio en los mejores certámenes internacionales de parabádminton, con el sueño de poder optar a una plaza paralímpica. Ahora, está inmersa en la titánica lucha de clasificarse para los Juegos Paralímpicos de Tokio. Aunque ocupa la segunda plaza en el ranking europeo y la novena en el mundial, el billete para viajar a Tokio está carísimo. “No es imposible, pero sí tremendamente complicado”, señala Marcela.
El billete para Tokio no es imposible, pero sí tremendamente complicado
La deportista del Proyecto FER se define como “entusiasta, disciplinada, perseverante. Además, me encanta competir. Mi punto débil es que he descubierto tarde este deporte. Voy contra reloj”, admite. De todos los buenos momentos que el bádminton le proporciona, “me quedo con las oportunidades que me brindan los viajes internacionales. Puedo conocer a gente extraordinaria de países y culturas muy diferentes. Es un privilegio”.
En lo meramente deportivo, Marcela es tajante: “El bádminton en Asia es casi como una religión. Lo he comprobado en primera persona. En Europa y América, estamos mejorando, pero estamos a años luz de las asiáticas. Por ello, entre sus principales referentes están la tailandesa Amnouy Wetwithan y la japonesa Rie Ogura. En sus ratos libres, se relaja pintando y visitando exposiciones de arte. Y no se olvida de su entrenadora, Loli Marco de quien ha aprendido todo lo que sabe.