Nada, o casi nada, es convencional en Jorge Ureña. Demostraciones no faltan. Su físico, apenas 1,78m de altura, dista mucho de los habituales cánones corporales de un decatleta. Su figura no responde al prototipo del practicante de las pruebas combinadas. Además, antepone la sencillez y la normalidad frente a los elitismos. Por ejemplo, su entrenador es su padre José Antonio. O por ejemplo, una de sus aficiones es tocar el tambor en una charanga de Onil, su pueblo natal y en el que se ejercita día a día. Pero lo que más sorprende en el atleta alicantino es la imagen de su whatsapp, una escena en la que se prepara para lanzar el disco. Jorge muestra al exterior y a sus interlocutores que le gusta convivir con su “enemigo”, con la especialidad que peor se le da, con la disciplina que se la atraganta, con la modalidad que durante el pasado mes de julio le arruinó una doble gesta en el Campeonato de Europa absoluto.
Corría el mes de julio. Jorge Ureña estaba completando una competición de ensueño en Ámsterdam. Acariciaba la medalla continental y, lo más importante, tenía al alcance la obtención del pasaporte para participar en los Juegos Olímpicos de Río. Sin embargo, pasó del todo a la nada en apenas treinta minutos fatídicos. Tres lanzamientos nulos del disco le llevaron de la ilusión más entusiasta al más profundo desencanto. De aquel amargo trance vivido en la capital holandesa, se recuerdan un par de imágenes dolorosas: el estupor de Jorge y las lágrimas de desolación de su padre, presente en la grada. En aquel instante, el atleta FER no podía creer que el destino le volviera a resultar esquivo. Solo cuatro meses antes, el deportista alicantino no había podido competir en plenas condiciones en el Campeonato del Mundo bajo techo de Portland a causa de una indisposición sufrida en la propia ciudad americana.
No obstante, la mente del atleta de Onil está totalmente limpia. A los pocos días del episodio de Ámsterdam, el deportista FER ya había eliminado los efectos nocivos de aquel lance y había seleccionado las conclusiones más positivas, que no eran pocas. Sobre todo, la constatación de su potencial y de su capacidad competitiva en una cita del máximo nivel internacional. O la comprobación de que está en condiciones de asaltar el record nacional de decatlón, invariable desde que Francisco Javier Benet lo estableciera en 8.526 puntos en el año 1998. La plusmarca nacional se heptatlón sí que es propiedad de Jorge Ureña. Se la adjudicó hace ahora un año gracias a los 6.076 puntos sumados en el Encuentro Internacional de Pruebas Combinadas de la ciudad francesa de Reims.
Con el año 2017, Jorge Ureña, de 23 años, abandona la condición de atleta promesa o sub 23, y pasa a la categoría absoluta. En España, seguirá librando un duro pulso con Pau Tonnesen, el deportista de origen estadounidense. Sus dos grandes retos para este ejercicio recientemente estrenado pasan por la presencia e, incluso, la lucha por las medallas en el Europeo de pista cubierta de Belgrado, y por la clasificación para el Campeonato del Mundo del próximo verano en Londres. Sin su inseparable Eusebio Cáceres (ahora en Madrid), deberá redoblar sus esfuerzos para que la factoría de Onil mantenga su vigor y vigencia. En el fondo, la desgracia sufrida el pasado verano en Ámsterdam le inyecta, si cabe, más fuerza y energía para el futuro. Cuentas para saldar. Heridas que cicatrizar. Retos que conquistar.