Madrugón tras madrugón, chapuzón tras chapuzón, brazada tras brazada, largo tras largo… Así es como Lidón Muñoz del Campo (Castelló de la Plana, 25 años) ha escrito su propia historia. Un relato encomiable. Casi conmovedor. Forjado a base de sacrificio, de constancia, de insistencia, de generosidad en el esfuerzo. En la nadadora castellonense, no hay un talento especial. Lidón no es ninguna estrella. Todo lo que ha conseguido es fruto de su trabajo, de su perseverancia. De su capacidad para derribar muros. Así, cuesta más. Mucho más. Pero así, sabe mejor. Mucho mejor.
La nadadora castellonense ha recibido en las últimas horas la noticia con la que soñaba desde hace tiempo: la Federación Española la ha convocado para los Juegos Olímpicos de este próximo verano. Una recompensa más que merecida después de tres años de incesante crecimiento y evolución. Lidón había sufrido en sus carnes los efectos de la pandemia. En diciembre de 2019, logró el pasaporte para Tokio, al conseguir la mínima exigida en los 100m libres, durante el Open de Ámsterdam. El hito quedó en nada por culpa de la crisis sanitaria. Había que volver a empezar. Estaba obligada a rehacer el camino. Lidón no pudo con el crono ni en el Torneo de Castalia Castellón, en diciembre, ni en el Campeonato de España Open de primavera, este pasado fin de semana en Sabadell. Le quedaba un tercer comodín, el Europeo de mayo en Budapest. No obstante, antes del certamen continental, la nadadora FER ha recibido la buena nueva. Y así se la ha tomado.
Fue muy curioso. Estaba haciendo las prácticas de mis estudios de Medicina en un hospital. De repente, en torno a las 10 de la mañana, empiezan a llegarme una gran cantidad de mensajes y de llamadas a mi teléfono móvil. No podía atenderlas porque estaba en el quirófano. Hasta que, en un descanso, pude ver el documento que acreditaba mi presencia en Tokio. Tuve que leerlo varias veces para creérmelo. Fue un momento muy emocionante. Todavía tengo decenas de mensajes y llamadas que responder.
Estoy muy agradecida a la Federación y al seleccionador por la confianza que me han demostrado. Obviamente, me aporta mucha tranquilidad y me libera de esa cierta ansiedad que podía sufrir en las próximas semanas. Es como un reconocimiento a todo el trabajo realizado. Pero que nadie lo dude, no voy a relajarme. Voy al Europeo con la idea de mostrar mi mejor versión,
Tanto como obsesión, no, pero sí le estaba dando muchas vueltas y me preguntaba si sería capaz de conseguirla. Además, en las últimas semanas, y por mi condición de sanitaria, había podido administrarme la vacuna en dos ocasiones y no lo había hecho ante la proximidad del evento. Es decir, entre unas cosas y otras, es cierto que no era una situación fácil de gestionar.
Por supuesto. Ya he dicho que mi confirmación en Tokio me va a ayudar, me va a tranquilizar, pero no me va a relajar lo más mínimo. De cara al Campeonato de Europa, mi ambición no se reduce. No sólo quiero conseguir las mínimas olímpicas; además, quiero crecer en un gran evento internacional. Hace dos años, en el Europeo de Glasgow, me quedé a las puertas de la finales. En Budapest, toca revancha.
No sé si tanto como injusto. Desde luego, no me lo hubiera tomado como un fracaso. La línea entre conseguir o no una mínima está delimitada por centésimas. Por ello, me tomo esta convocatoria olímpica como un premio, como una recompensa. Y lanzo este mensaje: si alguna vez un deportista no consigue su objetivo, pero no tiene nada que reprocharse por lo hecho en el camino previo, que no se desanime.
Posiblemente. Tengo talento, pero no me sobra. Me lo he tenido que trabajar todo mucho. Desde que me quedé fuera de Río 2016 y desde que empezó este nuevo ciclo olímpico, nunca dejé de intentarlo, de creer en mí. No quería depender de nadie y quería hacer la mínima. Al fin y al cabo, si he sido seleccionada, ha sido porque, en efecto, en diciembre de 2019 conseguí el requisito.