Un sinfín de eventos, una preciada recompensa. Éste podía ser el titular para definir los próximos cuatro meses de la gimnasia rítmica. A partir del 8 y 9 de febrero, días de la celebración del Grand Prix de Moscú, arranca un calendario frenético e intenso que esconde, como gran tesoro, las últimas plazas para disputar los Juegos Olímpicos de Tokio.
En realidad, los meses de febrero y marzo servirán de preparación, de calentamiento. La trascendencia llegará en abril, con la disputa, de forma concatenada y sin solución de continuidad, de cuatro Copas del Mundo, cuatro eventos decisivos y clasificatorios para la grandiosa cita de la capital nipona. Por último, ya en mayo, se desarrollará el Campeonato de Europa en Ucrania, otro certamen del máximo nivel que distribuirá los últimos pasaportes olímpicos. El espectáculo de los aros, las mazas, las cintas y las pelotas está a punto de empezar. Y el Proyecto FER y el deporte valenciano tienen mucho que decir.
A nadie se le escapa que la presencia de la rítmica española en Tokio está muy cara. Sobre todo, en la modalidad de conjuntos. Aunque nunca hay que perder la esperanza, puede ocurrir que se pase del todo a la nada. De la plata de 2016 a la ausencia de 2020. Sólo queda un billete libre. Se dirimirá en el Europeo, previsto en Ucrania del 21 al 24 de mayo. El combinado nacional, del que forma parte la valenciana y deportista FER Ana Gayán, ha de experimentar una transformación radical para conseguir un objetivo que, en la actualidad, se antoja muy lejano.
Distinto es el escenario en la modalidad individual. También en esta disciplina llegar a Tokio se presenta complicado. Sin embargo, las inercias y las sensaciones son diferentes. Hay más esperanza. El gran Campeonato del Mundo que Polina Berezina firmó el pasado mes de septiembre en Bakú, y la frescura que aportan jóvenes con tanto talento y futuro como Noa Ros y María Añó alimentan el optimismo.
De momento, en la rampa de lanzamiento de esta temporada tan especial, Polina Berezina aventaja ligeramente al resto de aspirantes: las mencionadas María Añó y Noa Ros, y la catalana Natalia García. La gimnasta nacida en Rusia, pero afincada desde bien pequeña en Guardamar del Segura, transmite señales de haber alcanzado mayor madurez, mayor solvencia, mayor fiabilidad. No obstante, todo está muy abierto. Lo cierto es que Polina estará presente en el primer gran evento del curso 2020, el Grand Prix de Moscú, previsto para dentro de 9 días.
Después, llegarán otros Grand Prix: en Estonia, en la República checa, en Marbella, en Kiev y en Francia. Así, hasta llegar al momento clave, el mes de abril y las cuatro Copas del Mundo consecutivas: Pesaro (3-5 de abril), Sofía (10-12 de abril), Uzbekistán (17-19 de abril) y Bakú (24-26 de abril). Ya en mayo, se cerrará este complejo proceso clasificatorio con el Europeo en Ucrania.
El Mundial del pasado mes de septiembre en Bakú repartió 16 plazas directas para Tokio. En aquel certamen mundialista, Polina ocupó la 22ª plaza. No obstante, hay que tener en cuenta una serie de consideraciones. En la práctica, la plaza de Japón (país anfitrión de los Juegos), el pasaporte que corresponde a la futura campeona de Europa (si no hay una sorpresa monumental, será la imbatible rusa Dina Averina) o el billete de la campeona americana irán a parar a las gimnastas que en el pasado Mundial de Bakú acabaron en las posiciones 17º, 18º y 19º.
Estas cuatro Copas del Mundo del mes de abril otorgan tres plazas. Serán para las tres mejores deportistas tras el cómputo global de esos cuatro eventos, sin contar a las 19 que, de forma directa o indirecta, ya están en Tokio. Es decir, si Polina, o cualquier otra gimnasta española (Ros, Añó o García) hace unas buenas cuatro Copas del Mundo, hay serias opciones de que la rítmica individual nacional tenga representación en Tokio. Si no es posible a través de las Copas del Mundo de abril, quedaría un último comodín: el Europeo de Ucrania en mayo, torneo que sólo concede una plaza. La emoción está asegurada.