Desde el pasado 21 de abril, el Proyecto FER 2017 engloba en su nómina a un deportista que, hace casi un año, protagonizaba un episodio único. Casi milagroso. Casi sobrenatural. El jugador de rugby Marcos Gustavo Poggi Ranwez, argentino de nacimiento, pero nacionalizado español y empadronado en la Comunitat Valenciana, en concreto en Elche, desde el año 2004, burló hace unos meses las leyes médicas y físicas, habitualmente implacables. En realidad, todavía lo sigue haciendo. Representa un caso singular sin apenas precedentes en el deporte nacional e internacional.
La portentosa historia de Marcos Poggi, de 29 años de edad, se origina el 6 de junio de 2016. La selección española de rugby 7 ultimaba en Moscú su preparación para el torneo preolímpico previsto en Mónaco días más tarde. En la capital rusa, el lado más temido y tenebroso del deporte se cebó con el atleta de origen argentino. Poggi sufría una de las peores lesiones que puede padecer un deportista: rotura completa del ligamento cruzado anterior y lateral interno en grado 2 de su rodilla derecha. En aquel momento, el primer diagnóstico era abrumador: el paso por el quirófano era prácticamente inevitable y el periodo de baja estaría en torno a los seis meses, el habitual en este tipo de percances tan graves.
Apenas dos semanas después, un 20 de junio, la selección española conseguía la proeza de adjudicarse el Preolímpico en Mónaco y clasificarse para los Juegos de Río. Una explosiva mezcla de sensaciones sacudió la mente de Marcos Poggi durante ese domingo casi estival. Por una parte, enorme felicidad por la gesta de sus compañeros: por otra, rabia, dolor e impotencia por la práctica imposibilidad de competir en la cita más soñada y deseada por un deportista, unos Juegos Olímpicos. En efecto, práctica imposibilidad. Porque aconteció un auténtico milagro deportivo. Tras una nueva inspección, los doctores observaron que la rodilla de Marcos era lo suficientemente estable y fuerte para intentar llegar a Río.
A partir de ese momento, el nuevo deportista FER, actual jugador del Cisneros de Madrid, sufragó por sí mismo parte de su recuperación y emprendió un proceso exprés para fortalecer su, ya de por sí, poderoso tren inferior. Las manos mágicas de los fisioterapeutas y una extraordinaria demostración de fuerza de voluntad por parte de Marcos Poggi recortaron los plazos y obraron el milagro de poner a tono la rodilla para competir en los Juegos Olímpicos de Río. Un fenómeno prodigioso que confirma las especiales características de los jugadores de rugby, deportistas con unos cuádriceps e isquiotibiales que duplican y triplican en fuerza a los de una persona normal. Por el momento, la rodilla de Marcos sigue respondiendo. Ha disputado toda la temporada con el Cisneros de Madrid y, si no pasa nada extraño, jugará con la selección española el Campeonato de Europa en junio y julio. En el fondo, el nuevo componente FER solo intenta cumplir la máxima de su padre y mentor en el deporte del balón ovalado: “los árboles más grandes siempre caen por abajo. Hay que ir abajo y placar como un animal a los tobillos”. Y a ello se aplica.