Más que amigos y compañeros, son como hermanos. Kim López y Héctor Cabrera están unidos por una vida deportiva en común. El paralelismo es casi absoluto. Ambos practican el atletismo. Están especializados en los lanzamientos. Desarrollan su día a día en Gandia. Sufren discapacidad visual. Están entrenados por Juan Vicente Escolano… E incluso, en los últimos tiempos, han coincidido en la desgracia, en la desventura, en las temidas lesiones. Las peores de sus dilatadas trayectorias.
Como ellos mismo relatan, todo empezó después del confinamiento. De aquella situación tan excepcional, tanto Kim como Héctor salieron bastante airosos. Sobre todo, en lo psicológico. Estaban con más ganas de competir que nunca, pero, cuando volvieron al tartán, llegaron los sustos. En el caso de Kim López, las pequeñas molestias que sufría desde 2015 en su codo derecho empezaron a agravarse. No obstante, ante la cercanía de Tokio, parar ni se contemplaba. No había más remedio que convivir con el dolor.
Pese a no estar en plenitud, el deportista FER (lanzamiento de peso F12) se comportó en Tokio como lo que es, un gigante, y revalidó su oro en unos Juegos Paralímpicos. Además, con marca personal, 17,04m. Meses después, empezó la travesía por el desierto. “En febrero de 2022, competí en el Campeonato de España convencional en pista cubierta. Aunque fuera bajo techo, logré lanzar el artefacto más lejos que nunca, hasta los 17,42m. Volvía a encontrarme muy bien, pero pocas semanas después, en marzo de 2022, durante un entrenamiento, sentí un ‘chasquido’ en el codo. Cuando intenté hacer otro lanzamiento, me resultó imposible. El dolor era insoportable. No podía mover el brazo”, recuerda Kim (Silla, 34 años).
Su codo sufría artrosis. Como consecuencia, había perdido la flexibilidad. El rango de movimiento era muy bajo. Los doctores intentaron recuperarlo con antiinflamatorios y procesos de rehabilitación, pero todo fue esteril. Pasar por el quirófano era la única opción. “La artrosis estaba muy avanzada. Antes de la operación, los médicos fueron muy claros conmigo.Como ellos mismo relatan, todo empezó después del confinamiento. De aquella situación tan excepcional, tanto Kim como Héctor salieron bastante airosos. Sobre todo, en lo psicológico. Estaban con más ganas de competir que nunca, pero, cuando volvieron al tartán, llegaron los sustos. En el caso de Kim López, las pequeñas molestias que sufría desde 2015 en su codo derecho empezaron a agravarse. No obstante, ante la cercanía de Tokio, parar ni se contemplaba. No había más remedio que convivir con el dolor.
Lo iban a intentar, pero no me aseguraban que pudiera volver a lanzar”. La primera operación, a finales de 2023, no salió bien. No ayudó a recuperar ni la flexión ni la extensión a la hora de los lanzamientos. Estuvo a punto de no disputar al Mundial de París de este pasado verano. Al final, viajó al certamen mundialista, donde su participación fue testimonial: 5ª plaza de 10 competidores y un solo tiro valido; además, con una marca impropia de su categoría, 13,58.
Por desgracia, no tenía otra alternativa que volver al quirófano. Me operé, de nuevo, a finales de septiembre. Nunca me he planteado la retirada. Si he pasado por todo este proceso tan doloroso, es porque a mí me encanta mi deporte. Soy muy feliz cuando lanzo y siempre he pensado que iba a aguantar hasta que mi cuerpo dijera basta. Ahora mismo, he ganado algo de movimiento y estoy dispuesto a hacer lo que haga falta para volver a lanzar como antes. Mi cabeza tiene como objetivo llegar al próximo Mundial (en mayo, en Japón), hacer la mínima y estar en París 2024”.
De Kim, a Héctor Cabrera, especializado en el lanzamiento de jabalina F13. El atleta de Oliva, de 29 años, se destrozó la rodilla en julio de 2020, una lesión que ha representado una amarga pesadilla. Pocas semanas antes de Tokio, tuvo tentaciones, incluso, de abandonar y de renunciar a los Juegos. “Dos meses antes de Tokio, no podía más. Ni en lo físico ni, sobre todo, en lo mental. Recuerdo que un día me planté en un entrenamiento y le dije a mi preparador que lo dejaba. Pero entonces me recordó que yo tenía el sueño de dedicarle a mi abuelo, que había fallecido en 2016, una medalla en unos Juegos…” evoca Héctor Cabrera.
Una vez en la capital nipona, con la inestimable colaboración de los médicos, logró competir en condiciones aceptables. “Sabíamos que no teníamos muchas cartas. Por ello, arriesgué y lo di todo en el primer lanzamiento. Afortunadamente, me salió bien, pude colgarme el bronce y cumplir con mi sueño”.
Tras ese éxito, le tocó volver a pasar por quirófano porque los médicos confirmaron que la rodilla se había vuelto a dañar. El proceso de recuperación está siendo largo y lento. En el Mundial del pasado verano, aún no estaba en óptimas condiciones. Además, compitió con una pubalgia. Conclusión, tuvo que conformarse con la 5ª plaza. Ahora, tiene claro que su hoja de ruta pasa por recuperarse plenamente para llegar a París en las mejores condiciones. “Estoy volviendo a mi nivel previo a la lesión. Estamos empezando a entrenar ya casi con normalidad y estoy muy ilusionado. No tengo ninguna duda de que voy a estar en los Juegos de París y veo factible poder luchar por una medalla de plata o de bronce”, señala, para finalizar, Héctor Cabrera.