“Lloramos todo lo que tuvimos que llorar. Nos abrazamos todo lo que tuvimos que abrazarnos. Pasamos más de una noche en vela dándole vueltas a lo ocurrido. No fue un trago fácil”. Son las sinceras palabras de Laura Gómez, la preparadora de las judocas Julia Figueroa y de Ana Pérez Box. La ReFERente del Proyecto FER se refiere, con sinceridad, a la experiencia vivida en los Juegos Olímpicos de Tokio. Tanto Julia como Ana llegaban a la capital nipona con la etiqueta de aspirantes a todo. Primero, porque, sólo dos meses antes, habían conquistado sendas medallas en el Campeonato del Mundo. Y, sobre todo, porque ambas atravesaban un excelente momento de forma. Habían viajado a Tokio repletas de confianza. Pero las ilusionantes expectativas no se plasmaron sobre el tatami. Ana cayó en el primer combate; Julia, en el segundo. Los sueños se esfumaron demasiado rápido.
Una vez cerrado el capítulo olímpico, las dos judocas FER se adentraron en un verano tan largo como contradictorio. “Ni me acordaba de tener tantas vacaciones seguidas. Las necesitaba. La primera mitad del año, con tanto torneo encadenado, había resultado durísima. Además, después de todo el estrés propio de unos Juegos Olímpicos y tras la decepción de Tokio, el descanso era obligatorio. He desconectado, por supuesto, pero reconozco que, en más de una ocasión, me venía a la mente alguna imagen del combate perdido en Japón”, señala Julia Figueroa. La deportista nacida en Córdoba, pero formada deportivamente en la Comunitat Valenciana, ganó el primer cruce, pero perdió en el segundo, en los octavos de final, ante la israelí Shira Rishoni. Cinco años antes, en Río 2016, Julia había caído derrotada en la primera eliminatoria frente a la cubana Dayaris Mestre. “Es una pena, pero siempre lo digo. Esto es deporte. Debes estar preparada para ganar y para caer. Todo puede ocurrir. Duele perder, pero hay que asimilarlo con normalidad”, señala la judoca FER.
A sus 30 años, Julia tiene claro su futuro deportivo. Va a continuar. Va a cubrir el próximo ciclo olímpico para intentar llegar a París 2024. “Voy a darme una nueva oportunidad. Lo hago porque ve veo con todas las opciones para estar en unos terceros Juegos. Antes de viajar a Tokio, sentía que me encontraba en el mejor momento de mi vida. Por qué no pensar que puedo volver a alcanzarlo”, comenta Julia, quien añade: “No voy a caer en el discurso de ‘a la tercera va la vencida’ o ‘quiero una medalla olímpica antes de dejármelo’. Continúo porque creo que puedo seguir disfrutando y siendo competitiva”. Julia Figueroa no tiene previsto disputar ninguna competición individual hasta 2022.
Por su parte, sensible como pocas, Ana Pérez Box (Alicante, 25 años) no pudo contener las lágrimas tras caer derrotada en el primer combate ante la suiza Fabienne Kocher. “En unos Juegos, las emociones se multiplican, tanto si ganas como si pierdes. Llegaba a Tokio pletórica, convencida de, cuanto menos, superar un par de combates. Fue un palo, pero, en el fondo, será una experiencia más. Hay una deuda pendiente que, tarde o temprano, espero saldar” comenta la judoca alicantina, quien, a la vuelta de Tokio, se tomó unas prolongadas vacaciones. Desconexión absoluta, tanto en lo mental, como en lo físico.
Ana Pérez Box ha aprovechado este periodo de entreguerras para pasar por el quirófano y operarse de la muñeca izquierda. “Tenía que hacerlo. Éste era el momento ideal”, señala la judoca alicantina. Es decir, al igual que Julia, tampoco volverá a los tatamis hasta el año 2022, en el que sobresalen dos eventos en el calendario, el Europeo, previsto en Bulgaria para el mes de abril, y el Mundial, fijado en Uzbekistán para el mes de agosto. Y por supuesto, la deportista FER no tiene ninguna duda: “Tengo todavía 25 años. Mi objetivo no puede ser otro que los Juegos de 2024. Esperemos que el disgusto de Tokio se convierta en alegría en París”, concluye Ana, con mucha cuerda para rato. Como Julia.
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