Toda película de terror tiene su héroe. El de las últimas horas es alicantino (en concreto, de Elda) y pertenece al Proyecto FER. Con la crisis del coronavirus como telón de fondo, José Quiles Brotons se ha convertido en una especie de oasis. De antídoto ante tanta preocupación y zozobra. El púgil eldense, de 22 años, logró el pasaporte para disputar los Juegos Olímpicos de Tokio. Un gran éxito alcanzado en el Campeonato de Europa celebrado en Londres, evento que también fue cancelado ayer por la noche. De hecho, el combate de Quiles (ronda de octavos de final) fue el último lance antes de la suspensión del certamen. Tras una contienda durísima frente a un rival albanés, el boxeador FER estaba a expensas del veredicto de los jueces. Y, sobre todo, debía esperar al ritual habitual en un ring: que el árbitro levante el brazo del ganador. Son sólo unos segundos, pero se le hicieron eternos. Al final, el brazo levantado fue el suyo. Acto seguido, llegó una explosión de emociones. Tras dos años de sufrimiento, José Quiles (categoría de entre 52 y 57 kg) alcanzaba el hito más deseado: un billete olímpico.
Feliz, pletórico. Recurriendo al tópico, es un sueño convertido en realidad. Pero en mi caso, hay que añadir que los dos últimos años han resultado especialmente complicados. Por ello, es una sensación muy reconfortante, de liberación, de deber cumplido. Ahora, toca descansar unos días y relajarme de la tensión experimentada durante las últimas semanas.
Con preocupación, pero con la máxima frialdad posible. Yo viajé a Londres el martes 10. En ese momento, la situación ya se estaba complicando en España. Desde que llegué a Inglaterra, intenté abstraerme, pero claro, cuando hablabas con la familia, era inevitable recibir noticias. Además, horas antes del combate definitivo, supe que, tras mi pelea, iban a suspender el Campeonato. Han sido unas semanas tensas y estresantes. He tenido que hacer un gran esfuerzo mental para que todas estas circunstancias me afectasen lo menos posible.
Interminables, eternos. Fueron 20 segundos, pero me parecieron 20 horas. Soy sincero. No las tenía todas conmigo. Estaba temeroso. El combate fue muy duro e igualado. Me esperaba cualquier decisión. Por fortuna, levantó mi brazo.
En ese momento, perdí el control de la situación (sonríe). Empecé a dar vueltas por el ring sin saber dónde ir. Empecé a llorar. Descargué toda la tensión acumulada durante los últimos días y toda la rabia tras dos años muy duros. Y en efecto, me señalé en mi barriga el tatuaje con el nombre de mi abuelo, cuyo fallecimiento en 2019 me afectó mucho. Le prometí que lo conseguiría. Es fácilmente imaginable mi emoción.
Me estoy acercando, pero aún tengo mucho margen de mejora. Todavía tengo 22 años, no cumpliré los 23 hasta octubre. Estoy convencido de que la mejor versión de José Quiles está por llegar.
No lo sé, la verdad. Durante estos últimos días, he evitado al máximo leer todas las informaciones sobre el futuro de Tokio. Quería concentrarme al máximo en ganar mis dos combates para conseguir el pase olímpico. Ahora que ya lo tengo, estaré más pendiente, claro. No tengo ni idea de lo que pueda ocurrir. Desde luego, lo mejor sería que se celebrasen este verano. Primero, por disfrutar de una experiencia que debe de ser impresionante. Y luego, porque significaría que hemos superado esta situación actual tan triste.