Acostumbrado a sortear todo tipo de contratiempos y dificultades, a Jorge Ureña le supo a gloria su paso por los Juegos de Tokio. No en vano, protagonizó la mejor combinada de su vida deportiva en el momento ideal. El pasado 5 de agosto, el atleta alicantino, de 28 años, completó el decatlón olímpico en unos magníficos 8.322 puntos, su plusmarca personal. Ocupó la novena plaza, muy cerca del diploma, a tan sólo 91 puntos del ruso Ilya Shukrenyov.
Atrás quedaban las turbulencias sufridas en las semanas y meses previos a la cita olímpica. Aquel resultado en Tokio le reafirmó en su trabajo, en sus capacidades. Y le transmitió un mensaje de optimismo de cara al próximo ciclo olímpico. De momento, al corto y al medio plazo, de cara a un apasionante 2022, año que acoge un Campeonato del Mundo bajo techo en Belgrado, y dos grandes torneos internacionales al aire libre: el Mundial, previsto en julio en Estados Unidos, y el Europeo, fijado en Múnich a finales de agosto.
Transcurrido un tiempo, me parece un gran resultado. No suelo conformarme fácilmente, siempre quiero más y sigo teniendo la espinita de quedarme tan cerca del diploma, pero, con todo lo ocurrido en los meses previos (pandemia, lesiones, contratiempos varios), esa novena plaza, además con marca personal, estuvo muy bien y superó mis expectativas.
Se puede, claro. Tengo deudas pendientes en los Mundiales de pista cubierta. En el de 2016, en Portland, tuve que retirarme por un fuerte resfriado. Al de 2018, en Birmingham, no pude acudir por lesión. Se ha demostrado que soy más fuerte y competitivo bajo techo que al aire libre. Por tanto, en Belgrado, aunque la dificultad de un Mundial es mayor que la de un Europeo, el objetivo es, al menos, acabar cerca del podio. Si se me da bien, estaré entre los mejores.
Sí. Entre ambos torneos, hay un mes de distancia, lo cual me permite hacer las dos combinadas. El único problema es el jet lag al volver del Mundial que se celebra en los Estados Unidos, pero nada insalvable. Son dos grandes pistas, dos grandes estadios. Me hace ilusión estar en ambos eventos,
Los tres. Si he comentado antes que tengo deudas pendientes en los Mundiales bajo techo, lo mismo me ocurre en los grandes eventos internacionales al aire libre. En el Mundial de Londres 2017, fui noveno, cerca de ser finalista. No pude estar por lesión en el Mundial de Doha 2019. Y en Tokio, rocé el diploma. Y en los Europeos, en Ámsterdam 2016, tuve una desgracia con el disco cuando lo estaba bordando e iba camino de la mínima para los Juegos de Río. Y en 2018, un mal concurso en la pértiga me impidió acabar muy arriba.
Ambos registros son difíciles y muy exigentes. Los 6.249 puntos que logré en enero de 2017, en Praga, fueron posibles porque me salió todo redondo Y en aire libre, alcanzar los 8.400 puntos también exigen la perfección. No son marcas imposibles, pero sí muy difíciles.
No una traslación exacta, pero sí, aproximada. En Múnich, habrá más combineros europeos de los que participaron en los Juegos de Tokio. Es decir, habrá mayor competencia. Pero utilizo el mismo argumento para el Mundial de pista en Belgrado: en Alemania, si me salen bien las cosas, puedo estar en las primeras posiciones. No sé si en el podio, pero sí muy arriba. Vamos a ir poco a poco y, sobre todo, vamos a ir mejorando hacia el gran objetivo a largo plazo: estar en los Juegos Olímpicos de París.