Santa Pola es sinónimo de mar. Durante muchos años, su gran embajador ha sido Iván Pastor, ilustre regatista, ya retirado, con cuatro participaciones olímpicas a sus espaldas. Ahora, Santa Pola vuelve a ilusionarse con un nuevo deportista que también está vinculado a la vela y que empieza a asomar con fuerza, Jorge Aranzueque. Pese a su juventud, 21 años, Jorge ya había mostrado algunos detalles significativos. Sin embargo, ha sido recientemente, en el Campeonato del Mundo clase iQFoil, disputado del 17 al 21 de octubre en Brest, Francia, cuando el componente del Proyecto FER ha destapado el tarro de las esencias. Cabe recordar que la modalidad iQFoil se estrenará como olímpica en los Juegos de París.
Del total de 164 participantes, Aranzueque ocupó la 12ª plaza. Ahora bien, durante el penúltimo día de competición, el deportista FER llegó a ser octavo. Se convirtió, además, en el mejor de los 10 españoles presentes en la regata. Habrá a quien le pueda sorprender este resultado. No, a Jorge. Sus palabras antes del certamen mundialista resultaron proféticas. Premonitorias. Por una parte, comentó que nunca llegaba a un torneo internacional tan preparado, tan concienciado. Por otra, se mostraba ambicioso y se trazaba el objetivo de ser uno de los 10 mejores. Lo rozó. Quién sabe lo que hubiera podido ocurrir sin el viento huracanado de la última jornada. Flemático, sereno y estable, Aranzueque ya se ha reivindicado. Ya ha mostrado sus credenciales. Y ya se ha erigido en el heredero de Iván Pastor, su entrenador.
Las conclusiones no pueden ser más positivas. Como dije antes del Mundial, nunca había llegado a un gran evento tan preparado. Con estos antecedentes, sabía que tenía muchas opciones de meterme, tras la segunda jornada, en el grupo oro (los 55 primeros clasificados). Lo conseguí. Lo que no esperaba era colocarme, durante el segundo día, entre los 15 mejores y mantenerme ahí hasta el final de la regata. Incluso, llegué a ser octavo. Es el resultado de una preparación muy minuciosa y de una competición en la que tomé muy buenas decisiones.
Sí. De hecho, el último día tenía posibilidades muy reales de meterme en el top-10 y disputar la Medal Race. Por desgracia, en esa última jornada, tuvimos que navegar con condiciones de 25-30 nudos, con vientos muy fuertes. En las semanas previas, apenas entrené un par de sesiones con estas condiciones. Es decir, me sentí extraño e incómodo. Quién sabe lo que hubiera pasado si el contexto hubiera sido similar al de toda la semana. Dicho esto, mi deber es saber enfrentarme a todos los vientos.
Las que tengo en la Bahía de Santa Pola en mi día a día, un régimen de vientos flojos y medios. Con estas condiciones, logro sacar mi mejor versión.
Tras el resultado logrado en el Mundial, se podría pensar que sí, pero no será así. Me considero una persona muy estable. En el fondo, sólo he hecho una buena regata. Al tratarse de un Mundial, tiene más repercusión, pero es una competición más. Posiblemente, muchos de los participantes que han quedado por detrás son mejores que yo. Lo que ocurre es que he sabido jugar bien mis cartas. Seguiré siendo el mismo y mantendré el sueño de los Juegos Olímpicos de París.
Podemos, pero hay que ir paso a paso. El momento clave llegará en agosto de 2023, cuando se dispute el Mundial de iQFoil en Holanda. En ese Mundial, yo o cualquier otro español tenemos que conseguir que España sea uno de los 9 primeros países clasificados. Para entenderlo, yo, en el reciente Mundial, fui el 12º en la clasificación individual, pero conseguí que España fuera el 7º país, porque hay que eliminar a los regatistas de un mismo país que quedaron por encima de mí. En el Mundial de 2023, las 9 primeras naciones se clasificarán para los Juegos. Pero quien lo logre, en el caso de conseguirlo, no tiene por qué ser el representante olímpico. En última instancia, es la Federación la que tiene la última palabra. Sigue siendo un camino difícil, pero el reciente resultado me da muchos ánimos para convertir el sueño en realidad.