Un 2022 de despegue e ilusión. Un 2023 de estancamiento y decepción. Y, de momento, un 2024 sin el esperado relanzamiento. En síntesis, así han transcurrido las últimas tres temporadas para Jorge Aranzueque. El regatista alicantino (Santa Pola, 23 años, clase iQFoil) protagonizó su particular irrupción en el escaparate internacional durante el Campeonato del Mundo de 2022, evento celebrado en Francia y en el que obtuvo una magnífica 12ª plaza. Posteriormente, en 2023, navegó en aguas procelosas y entre vientos huracanados. Valga esta metáfora para reflejar el parón experimentado el pasado curso. Conclusión, su sueño de estar en los Juegos de París se evaporó de forma abrupta.
Ya en el presente ejercicio, a Jorge Aranzueque se le resiste el deseado resurgimiento. No llegó la esperada reivindicación en el Campeonato del Mundo, celebrado en Lanzarote a principios de febrero (plaza 43ª de 118 y 3º de los seis españoles presentes en la competición). Mejoró ligeramente sus prestaciones en el Trofeo Princesa Sofía. Pero no hubo plena confirmación de su progresión en la Copa del Mundo celebrada en Hyeres, certamen que, además, ejerció de última ventana clasificatoria para los países que aún no se habían asegurado el billete olímpico de París. En los últimos tiempos, Jorge no ha podido superar a sus dos principales rivales en territorio doméstico: Nacho Baltasar y Bernat Tomás. Ahora, el regatista alicantino dispone de una nueva oportunidad. Desde este domingo, 6 de octubre, va a afrontar en Italia el Campeonato de Europa clase iQFoil. Una especie de hoja en blanco. Desde ya, Aranzueque se ha propuesto reescribir la historia.
Es cierto que no compito oficialmente desde la Copa del Mundo de Hyeres, que se celebró en abril. No obstante, durante los meses de mayo y junio, estuve entrenando en Marsella junto con Nacho Baltasar, que fue el representante español en el torneo de iQFoil de los Juegos Olímpicos. El verano sí fue de más descanso, pero, con todo, me mantuve activo y seguí navegando en Santa Pola. Ahora, llevo ya cuatro semanas a tope. Las sensaciones son buenas. Es la primera gran competición de este ciclo. Nos permitirá saber cómo y dónde estamos. Espero que las conclusiones sean positivas.
Pues espero que veamos al mejor Jorge. Tengo ganas de volver a sentir la adrenalina de la competición y, sobre todo, tengo ganas de volver a estar entre los mejores, como en el Mundial de 2022. Creo que he aprendido la lección de los errores cometidos en los dos últimos años.
Aún es pronto para saberlo, pero, que yo sepa, tanto Nacho Baltasar como Bernat Tomás tienen la intención de continuar y de intentar llegar a Los Ángeles. Sin descartar que pueda aparecer algún chico más, los tres volveríamos a ser los principales exponentes de la clase iQFoil en España en este nuevo ciclo.
A diferencia de hace unos meses, ha aumentado el rango de vientos en el que me siento competitivo. Antes, mi punto débil eran los vientos fuertes, pero ahora respondo bien desde los 7 hasta los 25 nudos. Unas condiciones más duras y superiores a esos 25 nudos se me atragantan. En esos escenarios, aún he de mejorar.
Sin duda. Para ello, al margen del componente físico y de las habilidades técnicas de navegación, lo que marca la diferencia es el apartado psicológico. Y aquí es donde me he centrado mucho en los últimos tiempos.
Así es. En concreto, estuve dos días y pude ver la última regata de la clase 49er. Es decir, vi como Diego Botín y Florian Tritel conseguían el oro. Ese momento se me ha quedado en la retina y en la memoria. Verlos como súper héroes en la ceremonia de premiación me emocionó. Me dije a mí mismo: ‘Jorge, algún día has de estar tú ahí también’