Por su talante, carácter, forma de ser o personalidad, es prácticamente imposible que Javier Mirón tenga enemigos. No obstante, en el improbable caso de que los hubiera, el atleta FER no les desearía vivir la amarga pesadilla sufrida en los últimos meses. El deportista alicantino (Ibi, 22 años) ha sido víctima de una interminable sucesión de desgracias. De una eterna concatenación de desventuras. De un prolongado periodo de oscuridad y tinieblas del que, felizmente, empieza a escapar. Mirón se muestra tan ilusionado como cauto. Las buenas sensaciones de la actualidad le permiten ser optimista. Los precedentes le llevan a un cierto escepticismo. Ahora bien, el atleta alicantino tiene claro que, si vuelve en plenitud y al 100%, lo hará para competir de tú a tú con los mejores de España.
Javier Mirón pasó del todo a la nada en apenas un mes. Entre finales de mayo y principios de junio de 2021, protagonizó una espectacular eclosión. En sólo 10 días, el mediofondista alicantino fue capaz de hacer tres registros personales. Su último mordisco al crono resultó apoteósico. Un 9 de junio, el atleta FER completó los 800 metros en unos estelares 1:44:82, marca que suponía mínima olímpica. Mirón desafiaba a los Mariano García, Adrián Ben, Saúl Ordoñez, Álvaro de Arriba o Pablo Sánchez Valladares. Presentaba su candidatura a los Juegos de Tokio. Días más tarde, un 20 de junio, se proclamaba campeón de España sub-23. Y a partir de ese momento, empezó el calvario. “Una semana después del Nacional sub-23, se celebraba el Campeonato de España absoluto. Yo estaba pletórico y muy animado. Me veía con opciones de hacer podio. El billete olímpico no era ninguna utopía. Sin embargo, sufrí mucho, tanto en las semifinales como en la final. Con fatiga. Con sensación de correr a ritmo de 1:45 y no de 1:49, el tiempo real de la final en Getafe. A los pocos días, tuve la explicación. Había disputado el Nacional absoluto con el covid”, recuerda Javier.
Contraer el coronavirus en aquel momento no sólo le apartaba del sueño olímpico de Tokio. Además, le impedía disputar otra de sus grandes citas de 2021: el Campeonato de Europa sub-23. “Sin embargo, nunca podía imaginar que ese momento iba a convertirse en el inicio de un auténtico y largo suplicio. Han sido meses horribles. Primero, una lesión en el dedo gordo del pie derecho. Después, por forzar y apoyar mal, llegó una dolencia en el gemelo de la pierna derecha. Paraba, descansaba unos días, pero, a la vuelta, el gemelo me volvía a molestar. A finales de año, tuve el covid por segunda vez. Como consecuencia de ello, se me formó un ganglio en la cadera izquierda. También sufrí problemas en los dedos centrales del pie izquierdo y me lesioné del tendón de Aquiles derecho. A principios de junio, casi no podía ni apoyar… Todo esto es, en resumen, lo que me ha ocurrido en los últimos 15 meses. Ni en la peor de mis pesadillas podía imaginar una etapa tan aciaga”, comenta el deportista FER.
Pese a no ser una persona especialmente impaciente o impetuosa, Javier Mirón reconoce que hubo momentos de mucha impotencia. De “desesperación. Lo que más me frustraba es que, aún no salía de una, y ya entraba en otra. Aunque asumí muy pronto que no iba a poder competir en todo el año, esta montaña rusa, esta falta de continuidad me machacaba. Pese a todo, nunca me hundí hasta el punto de, por ejemplo, no querer saber nada del atletismo. He estado pendiente de todas las competiciones, y me he alegrado de los éxitos de mis amigos y mis compañeros. Sobre todo, de los éxitos de Mariano García, a quien agradezco sus palabras y su recuerdo tras el oro europeo en Múnich. Sí que puedo decir que estas vivencias curten, endurecen, te fortalecen. Si no vuelvo a caer y, por fin, me respetan las lesiones, estoy seguro de que regresaré siendo mejor atleta. En lo deportivo y en lo mental”.
Ahora, Mirón vuelve a sonreír. Cruza los dedos para que las actuales sensaciones se prolonguen. “Llevo casi un mes de pretemporada. Más allá de las típicas sobrecargas, puedo entrenar con cierta normalidad. De hecho, llevo dos semanas con una acumulación de casi 100 km, carga que no podía asimilar desde hace mucho tiempo. Me ilusiono con el Europeo de pista cubierta en Estambul y, sobre todo, con el Mundial al aire libre en Budapest. Esa ha sido mi gasolina durante esta larga travesía por el desierto. Y estos siguen siendo mis grandes estímulos”, comenta Javier Mirón, todo un talento con, todavía, mucho que decir.