La pesadilla llega a su fin. La angustia, también. Cuatro meses después de su grave lesión de rodilla derecha, con intervención quirúrgica incluida, Irene Ros Galeano vuelve a sentirse gimnasta. Recupera la sonrisa. Todavía arrastra una cierta sensación de frustración y amargura por el percance sufrido, y, sobre todo, por las consecuencias de tal desgracia, pero empieza mostrarse mucho más optimista. El reencuentro con los entrenamientos, con los tapices, con los aparatos, con sus entrenadoras, con sus compañeras le ha devuelto a la vida. Para Irene Ros Galeano (Valencia, cumplirá los 18 años en enero), el futuro vuelve a teñirse de ilusión, motivación y esperanza.
“Recibí el alta a mediados de septiembre. He retomado los entrenos hace pocos días, pero todavía voy con mucho cuidado. Como es lógico, mi incorporación está siendo progresiva y gradual. Sobre todo, todavía evitamos los impactos bruscos y el contacto con el suelo. Tampoco tengo prisa. No hay ningún objetivo a corto plazo. No llegó a tiempo de disputar el Campeonato del Mundo, que se celebra a finales de este mes en Liverpool. Por tanto, mi objetivo es estar en plenitud para afrontar los grandes eventos de 2023, año clave para lograr el pasaporte olímpico de París 2024”, comenta Irene Ros, quien añade: “Desde que me lesioné en mayo, nunca he dejado de sentirme gimnasta, pero sí he dejado de pensar casi exclusivamente en la gimnasia. Cuando te toca vivir una experiencia tan amarga como ésta, lo primero que quieres es recuperarte, y bien, cuanto antes. El golpe es tan duro que, durante un tiempo, relegas al deporte a un lugar secundario. No obstante, este tipo de episodios también te curten, te endurecen, te hacen más fuerte, te ayudan a madurar”, afirma la gimnasta valenciana.
Cuando, a mediados de mayo, Irene sufrió el percance, su primera reacción no fue tanto la preocupación por la posible gravedad de la dolencia, sino la lamentación por todo lo que se podía perder. “Me lesioné pocas semanas antes de disputar la Copa del Mundo de Bulgaria y los Juegos Mediterráneos. No obstante, lo que realmente me hacía sentirme mal, lo que me atormentaba, era no poder estar en los dos grandes torneos internacionales del año: el Campeonato de Europa, en agosto, y el Campeonato del Mundo, en octubre. Me sentía muy bien, estaba creciendo, tenía muchas esperanzas de hacerlo bien en esos dos grandes torneos… y, de repente, todas las ilusiones se difuminan. Me costó asimilarlo, la verdad, pero, con el paso del tiempo y de los días, qué remedio, lo asumí y me resigné. De hecho, en julio, y todavía con muletas, quise ir al Campeonato de España, en Pamplona. Recibí tantas muestras de cariño que me emocioné. Entre todo este apoyo y el ver de nuevo a mis compañeras en plena competición, la gimnasia volvió a ser una prioridad. Mi presencia en ese Campeonato fue como un punto de inflexión en este todo este complicado proceso”.
Ahora, Irene cruza los dedos para que, en pocos meses, su rodilla vuelva a estar preparada y responda a todas las exigencias. Y, sobre todo, se ilusiona y motivo con un futuro apasionante. “En los peores momentos, me animaba pensando en que mejor caer ahora que en 2023. Porque el próximo año es muy interesante para la artística española femenina. Creo que tenemos serias opciones de hacerlo muy bien en los grandes eventos del próximo curso y, sobre todo, creo que tenemos muchas posibilidades de clasificarnos para los Juegos Olímpicos. Con Alba Petisco o Laura Casabuena, que ahora mismo son las principales referencias en el equipo, pero también con otras compañeras que están entrando en juego y que tienen buen potencial, podemos ser muy optimistas. Ojalá pueda aportar mi ayuda para lograr el sueño de estar en París. Si lo logramos, daré por bien empleado todo lo sufrido este año”, comenta la deportista FER. Para Irene, ya pasó lo peor.