Tras conocer ayer las palabras de Roberto Sánchez Mantecón, campeón del mundo sub-23 de triatlón, hoy es el turno de Héctor Catalá. El deportista de Serra, de 31 años, alcanzaba el pasado domingo la cima, la cúspide, de su carrera deportiva y se convertía en el nuevo campeón universal de paratritalón (categoría PTV1, discapacidad visual). Hasta la fecha, Héctor había alcanzado dos bronces mundialistas: en la edición de 2016, celebrada en México, y en la de 2018, disputada en Australia. El paratriatleta FER ya insinuaba un éxito de esta magnitud. Durante este ejercicio, había ascendido al podio en las dos pruebas afrontadas: oro en la Serie Mundial de Milán, el 28 de abril; plata en la Serie Mundial de Triatlón, el 28 de junio. Nada comparable, sin embargo, al hito firmado el domingo en Lausana. Hasta hace pocas fechas, Héctor aspiraba a seguir recortando las distancias con los dos rivales que siempre se le resistían, el británico Dave Ellis y el americano Aaron Scheidies. En Suiza, fue él quien los devoró. A menos de un año para los Juegos de Tokio, Catalá se ha asegurado su presencia en la capital nipona. Antes, sin embargo, se emociona con la posibilidad de entronizarse en su tierra como campeón de Europa.
Asimilándolas, masticándolas… Aunque han pasado 48 horas, puedo decir que casi ni me lo creo. Sigo en una nube. Fue el día más feliz de mi, todavía, corta trayectoria deportiva. Viví una jornada inolvidable. Además, fue la prueba soñada.
Voy a ser sincero. Soy el primer sorprendido. Yo me encontraba bien. Tenía muy buenas sensaciones. La estancia y la preparación en Sierra Nevada habían sido muy satisfactorias. Pensaba que, si todo iba bien, podía estar delante y luchando por el podio. Pero tanto como para proclamarme campeón del mundo, no, la verdad.
Creo que la clave fue el sector de bici. El tramo ciclista era bastante duro. Alguna ventaja ha de tener vivir en Serra (risas)… Lo cierto es que rompimos la prueba en ese segmento y, después, administramos la ventaja durante la carrera a pie. Es más, pudimos disfrutar los últimos kilómetros. Cuando faltaba una vuelta, Gustavo, mi guía, me dijo “la próxima vez que pasemos por aquí, no sólo habremos terminado; es que seremos campeones del mundo”, me salieron las lágrimas. Fue una sensación indescriptible.
En cierto modo, es lógico. Hago mías las palabras de Roberto Sánchez Mantecón. Cada prueba es distinta. En Valencia, todos partiremos con las mismas opciones. Ni relajación, ni presión. Yo me lo tomaré como una carrera más. Eso sí, una carrera muy especial. No todos los años se puede ser campeón de Europa en tu ciudad y ante tu gente, después de haberte proclamado campeón mundial.
Así es. El oro mundialista del pasado domingo me concede plaza directa para Tokio 2020. Es una inmensa alegría, una enorme satisfacción y una grandísima motivación para llegar a los Juegos con todas las garantías de volver a hacerlo bien. Queda menos de un año y tenemos que prepararlo desde ya.
Fue el día más feliz de mi, todavía, corta trayectoria. Viví una jornada inolvidable
Héctor Catalá