Hace tres meses, en el Campeonato de Europa al aire libre celebrado en Múnich, Enrique Llopis protagonizó la eclosión más esperada. Mostró su versión más rutilante, la que había insinuado durante mucho tiempo. En suma, plasmó sobre el tartán lo que se espera de él. Sin embargo, fue una irrupción a medias, incompleta. Una vez superados los serios problemas físicos que arrastró desde marzo hasta, prácticamente, el mes de mayo y que le impidieron afrontar el Mundial de Eugene en perfectas condiciones, el atleta FER (Bellreguard, 22 años) llegaba pletórico al certamen continental. Su entorno más cercano aseguraba que era su momento, su torneo. Así lo demostró en la semifinal. Su exhibición resultó apabullante. Llopis ganó su serie de los 110m vallas y paró el crono en unos espectaculares 13 segundos y 30 centésimas. Registro personal. El bocado a su anterior plusmarca (13:41) se disparó hasta las 11 centésimas. El vallista valenciano y discípulo de Toni Puig presentaba su candidatura al podio.
Sin embargo, la alegría no pudo ser total. Nada más comenzar la gran final, un inoportuno tropiezo en la segunda valla, previo contacto con el francés Sasha Zhova, arruinó sus sólidas y nada frágiles opciones de medalla. No era la primera vez que Llopis sufría algún tipo de desdicha en momentos clave. Tal vez por ello, porque esta ingrata experiencia no le resultaba desconocida, el deportista FER se mostró en Múnich tranquilo. Aunque la procesión iba por dentro, Quique contuvo su cólera y prefirió quedarse con sus explosivos 13:30 en las semifinales. Era la tercera mejor marca de un vallista español en toda la historia. Y era la demostración de que, ahora sí, Quique había llegado. Hablamos con el atleta de Bellreguard del pasado y, sobre todo, del futuro.
He pasado página, pero reconozco que, en los días posteriores al Campeonato de Europa, tenía en la mente lo ocurrido y no lo podía evitar. Me preguntaba qué hubiese ocurrido si no llego a sufrir ese choque con el vallista francés y si la final hubiera transcurrido sin percances. Ahora, ya está olvidado. Sólo queda trabajar y entrenar mucho para volver a disponer de otra gran oportunidad.
Sí. Fue, al mismo tiempo, una reivindicación y una liberación. Necesitaba hacer una carrera así en un gran campeonato para demostrarme a mí mismo que puedo competir al máximo nivel internacional.
Ni me quiero poner límites ni quiero cuantificar las centésimas que puedo seguir arañando al crono. Lo que tengo claro es que esas marcas del año pasado no son mi tope. Estoy convencido de que puedo rebajar esos cronos y de que puedo hacer grandes cosas en 2023.
Por ejemplo, en pulir la salida, en una mayor aceleración antes de la primera valla, en atacar los obstáculos desde más lejos y con una mayor distancia, en gestos técnicos como darle más amplitud al brazo izquierdo en los saltos… Son algunos de los aspectos en que puedo mejorar.
A priori, esos dos objetivos suenan muy bien y son alcanzables por mi parte, pero por qué no pensar en algo más ambicioso. Como he comentado antes, no me quiero poner límites. Solo pido salud y ausencia de lesiones. Del resto, ya me encargo yo.