Un vuelco histórico se vislumbra en el vóley playa. Así lo quiere la Federación Internacional de voleibol, que ha diseñado un nuevo formato del circuito mundial. La estructura vigente durante los últimos cinco años, desde la conclusión de los Juegos Olímpicos de Río, puede dar paso a un innovador modelo no exento de polémica. Hasta la pasada temporada, el vóley playa internacional se articulaba en torno a los conocidos como torneos “World Tour”, cuyo rango, según su nivel y los premios económicos concedidos, iba desde los de 1 estrella, los más modestos, hasta los de 5 estrellas, los más potentes y prestigiosos. En todos estos certámenes, competían 32 parejas en el cuadro final, las 24 inscritas con mejor posición en el ranking mundial, que accedían directamente a la competición, y 8 dúos llegados desde la fase previa.
Ahora, este modelo está a punto de saltar por los aires. Mejor dicho, ya ha saltado por los aires. Falta por saber si el nuevo orden imperante será el defendido y decidido por la Federación Internacional o si, por contra, el modelo final será un híbrido entre lo existente hasta la fecha y lo propuesto por el ente federativo. Para simplificarlo y entenderlo, la Federación había apostado por dividir el circuito profesional del vóley playa en tres grandes bloques, en tres tipos de torneos. Los llamados “Élite”, muy restrictivos y sólo para las 16 mejores parejas del ranking mundial. Los bautizados como “Challenge”, que acogerían a los dúos situados de la posición 17ª hacia abajo, y en los que participarían 32 tándems, de los cuales 8 procederían de una fase previa. Y, por último, los que se denominarían “Future”, los de menos nivel económico y deportivo, que acogerían a 16 dúos. Aunque la clasificación mundial se actualizaría permanentemente tras los resultados de cada evento, no iba a ser fácil que una de las 16 parejas pertenecientes a los certámenes “Élite” descendiera a los “Challenge”, y viceversa. Sobre todo, por los pocos certámenes de la categoría “Challenge” previstos en el calendario.
Este giro auspiciado por la Federación Internacional de voleibol ha encontrado la lógica oposición de gran parte del colectivo de jugadores. Por ejemplo, de Liliana Fernández y Pablo Herrera, los dos grandes símbolos del vóley playa español durante los últimos 15 años. Por mucho que Liliana vaya a vivir un año muy especial, tanto por el embarazo, como por el cambio de pareja deportiva, ni la alicantina ni el castellonense, que forma tándem con el gaditano Adrián Gavira, entrarían en el selecto grupo de los torneos “Élite”. Es decir, se verían afectados negativamente cuando arranque la temporada.
En la actualidad, se suceden las negociaciones y los contactos para intentar reconducir la situación. La mayoría de los jugadores están en contra de este nuevo modelo por diversos motivos. Estiman que este formato crearía grandes diferencias entre las parejas de los torneos “Elite” y el resto. Además, en los eventos del primer nivel, no se contemplan cuotas por países. Es decir, podría darse el caso de que, entre 3 o 4 naciones, las más potentes, coparan las 16 plazas de los certámenes “Élite”. Y también lamentan que, en el primer esbozo de calendario, figuraban tres torneos “Challenge” entre marzo y abril, pero ya no aparecían más hasta octubre. De hecho, una de las principales reivindicaciones es la petición de, al menos, 6 torneos más de la segunda categoría en territorio europeo desde abril hasta octubre. El futuro del vóley playa internacional y, sobre todo, el proceso clasificatorio hacia los Juegos de París 2024 están en juego. Son días decisivos.