Por encima de la media, aunque todavía, como casi todos, lejos de la plenitud. En este estado se encuentran Bárbara Pardo y Ander Martín, dos componentes del Proyecto FER que, favorecidos por las características de sus disciplinas, retomaron sus entrenamientos con relativa prontitud. Ella es piragüista; él, remero. Tanto Bárbara como Ander, los dos de 20 años, se reencontraron con las embarcaciones a principios de mayo. Además, lo hicieron en sus respectivas localidades. Bárbara, en el paraje natural de l’Assut de Antella; Ander, en el puerto de Torrevieja.
Pocos días antes de que se decretara el estado de alarma, Bárbara y Ander regresaron a la Comunitat Valenciana desde Sevilla, ciudad en la que residen desde 2018. En tanto que grandes promesas de sus respectivas modalidades, los dos deportistas FER forman parte del Centro Especializado de Alto Rendimiento de la capital andaluza, complejo que vuelve a estar en funcionamiento, aunque sólo en parte, desde la primera semana de junio. “Estamos entrenando, de nuevo, en Sevilla, en el río Guadalquivir, desde el 3 de junio. No obstante, gracias a las peculiaridades de mi deporte, empecé a ejercitarme con cierta normalidad nada más comenzar el mes de mayo. Tuve que conformarme con hacerlo en agua salada, en el puerto de Torrevieja, pero me supo a gloria después de casi dos meses de confinamiento. Después, a finales de mayo, cambiamos de escenario y pude trabajar y concentrarme unos días en el pantano de Beniarrés, que, por cierto, ofrece unas condiciones excelentes”, señala el remero torrevejense, quien cumple en 2020 su segundo curso (en total son 4) en la categoría sub-23.
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Bárbara, por su parte, ha vivido una situación paralela a la Ander. La joven piragüista valenciana se reencontró con sus palas el lunes 4 de mayo. “En Antella, me ejercité con una embarcación que, obviamente, no tiene las características de las que hay en Sevilla. No obstante, durante todo el mes de mayo, me he considerado una privilegiada. He entrenado en unas condiciones más que aceptables y, además, muy cerca de mi casa y de mi familia”, comenta la palista de Antella.
Tras un paréntesis de casi tres meses, ambos regresaron al CEAR de Sevilla en los primeros días de junio. Su lugar de entrenamiento sigue siendo las aguas del río Guadalquivir. No obstante, no están alojados en la residencia del complejo deportivo, que permanece cerrada. Ander, Barbara y el resto de deportistas pernoctan en un hotel de la capital andaluza. Por supuesto, en habitaciones individuales. De todas la restricciones, normas y protocolos a las que se han de enfrentar desde hace unos días, la más llamativa para Ander es “la obligación de tener que ir a entrenar por las mañanas en parejas de dos y con horarios escalonados. El no poder relacionarte con tus compañeros con absoluta normalidad y confianza es algo que nunca me hubiera podido imaginar”. En términos similares se expresa Bárbara. “Lo de mantener las distancias con compañeras con las que hace tres meses bromeabas permanentemente me resulta increíble. Al igual que hacer el trabajo en el gimnasio con mascarilla y grupos reducidos de 3 personas”, señala la palista de Antella.