Hace poco más de dos semanas, durante su intervención en el acto de presentación del Proyecto FER, Ana Pérez Box se emocionaba al recordar lo complicados que habían resultado los últimos meses por culpa de la pandemia. A la deportista alicantina, le vinieron a la mente momentos duros, que le afectaron muy seriamente, y que, entre finales del pasado año y principios de 2021, le provocaron dudas y desconfianza. Hoy, Ana Pérez se ha vuelto a emocionar, pero en este caso, sus lágrimas han sido de alegría, de orgullo, de felicidad, por haber alcanzado el mayor éxito de su trayectoria: la medalla de plata en un Campeonato del Mundo y, de paso, la absoluta confirmación de su clasificación para los inminentes Juegos Olímpicos de Tokio.
Por mucho que hubiera algunas ausencias (la francesa Buchard, la japonesa Uta, la italiana Giuffrida o la kosovar Kelmendi), la plata mundial conquistada por Ana Pérez Box es un hito grandioso. Ya no sólo por lo que representa y significa; también, por la forma con la que la ha logrado: con una autoridad incontestable, con una superioridad manifiesta en casi todos los combates que ha disputado. Durante toda la jornada, se ha visto a una Ana valiente, ofensiva, decidida, pletórica, dominadora, portadora de la iniciativa. Sólo ha cedido en la gran final ante la japonesa Ai Shishime, la número 3 en el ranking internacional en la categoría de menos 52 kg.
De esta forma, la judoca alicantina, de 25 años, certifica su pasaporte olímpico. El sueño empezó a tomar forma el 25 de mayo de 2018, cuando alcanzó la medalla de bronce en el Grand Prix de Hohot, China. Aquel fue su primer gran paso. Después, todavía en 2018, llegaron el oro en el Grand Prix de Cancún y el bronce en el Grand Prix de Uzbekistán. Ya en 2019, acumuló tres platas (Grand Prix de Marrakech, Grand Slam de Ekaterimburgo y Grand Prix de Perth) y un bronce (Grand Prix de Budapest). En 2020, tuvo un inicio discreto, sufrió el desierto de la pandemia y firmó una meritoria quinta plaza en el Campeonato de Europa celebrado en Praga. Por último, en 2021, se derrumbó en los tres primeros eventos, empezó a resurgir con la quinta plaza en el Europeo de Lisboa, recuperó su mejor versión con el bronce en el Grand Slam de Kazán, y hoy se ha doctorado con el subcampeonato mundial.
Por tanto, el Proyecto FER estará representado en Tokio por dos judocas menudas de estatura, pero gigantes de espíritu y carácter; dos deportistas de apariencia enclenque, pero que se convierten en auténticas gladiadoras sobre el tatami. Un enorme éxito del trabajo desplegado en el CEAR de judo de Valencia, sabiamente coordinado por dos históricos como Sugoi Uriarte y Laura Gómez, partícipes y responsables directos de los triunfos de Ana y Julia.