Tres segundos después de vencer por ippon a la israelí Gefen Primo, todavía arrodillada en el tatami, la judoca Ana Pérez Box (Alicante, 25 años) apretó el puño y celebró el hito que acababa de conseguir en el Grand Slam de Kazán. Su medalla de bronce no era un éxito más. Ese triunfo reunía un simbolismo muy especial. Ponía fin a una sequía de podios internacionales que ya duraba 18 meses. Representaba una liberación una etapa de ciertas dudas y desconfianza. Y, lo más importante, constituía un paso prácticamente definitivo para disputar los Juegos Olímpicos de este próximo verano. Sólo queda por celebrarse un evento puntuable en la carrera olímpica hacia Tokio: el Campeonato del Mundo, previsto a principios de junio en Budapest. Sólo una combinación de todo punto improbable apartaría a la deportista alicantina de la gran cita en la capital nipona. La recompensa más preciada está al caer. Y así está Ana Pérez
Más tranquila. La medalla lograda la pasada semana en Kazán no sólo ha sido providencial en términos numéricos. No sólo ha tenido un reflejo en el ranking olímpico hacia Tokio. Además, ha sido como una liberación. Me ha aportado confianza y tranquilidad. Me hacía mucha falta. Ahora, iré el Mundial con mucha más seguridad, con mejores vibraciones y con ganas de certificar la clasificación olímpica de la mejor manera posible
Se unieron una combinación de razones. Por una parte, tuve diversos problemas médica que me impedían estar al cien por cien. Esta limitación física y todo lo que había pasado a raíz de la pandemia me generaron un déficit de confianza. La verdad es que, en la parte final de 2020 y en la inicial de 2021, sufrí un poquito. Ahora, afortunadamente, aquella etapa de ciertas turbulencias ya es historia.
Me resisto a admitir que hay rivales insuperables. Este conformismo no va en mi ADN. Pero siendo sensatos, sí es cierto que la francesa y la japonesa están en un nivel casi inalcanzable. No son invencibles, pero siempre son las grandes favoritas. De hecho, he caído ante ellas en los dos últimos torneos: contra la francesa en el Europeo de Lisboa, ante la japonesa en el Grand Slam de Kazán. Contra el resto, puede competir de tú a tú y ganar a cualquiera, pero también puedo perder con todas ellas. Estamos todas muy igualadas.
Al final, te acabas acostumbrando. Más bien, has de acostumbrarte a la fuerza. Desde finales de año, me he sometido a cerca de 40 test pcr. Ya es una rutina más. Pero lo que más cuesta asimilar es la imposibilidad de hacer vida normal, de estar encerrada en un hotel, de no poder salir a dar una vuelta por la ciudad en la que compites. Se hace complicado, pero no hay más remedio. Y, en el fondo, menos mal que se ha podido reactivar el deporte.