Ocho meses. Es el tiempo que ha transcurrido desde que Ana Pérez Box disputó su último torneo internacional. La judoca alicantina, de 28 años, no pisa un tatami oficial desde el 9 de mayo de 2023, fecha en la que cayó derrotada en la primera ronda del Campeonato del Mundo, en Doha. A partir de ese momento, y por razones ajenas a su voluntad, parálisis, inactividad. Alejamiento forzado de los tatamis. Han sido ocho meses, pero a Ana le han parecido ocho siglos.
A la frustración de no poder competir, a la rabia de no hacer lo que más le gusta, a la desesperación de sentirse cautiva, se unía la impotencia de observar el desvanecimiento de las opciones olímpicas. Sin torneos, no había méritos. Sin eventos, no había puntos. Sin campeonatos, el retroceso en el ranking olímpico era inevitable. Así, hasta desaparecer de las posiciones que dan acceso a los Juegos de París. Ana Pérez Box terminó el pasado año con el sueño olímpico quebrado. Sin embargo, no todo es oscuridad y pesimismo. Queda una puerta abierta. Hay un rayo de esperanza. Con el inicio de 2024, la deportista alicantina vuelve a competir. Va a reencontrarse con los tatamis este fin de semana, en el Grand Prix de Portugal. Parte de cero. Afronta su particular Operación Remontada. Tiene de tiempo hasta la celebración del Campeonato del Mundo (del 19 al 23 de mayo en Abu Dabi). Está obligada a conseguir brillantes resultados en los Grand Slam de marzo, abril y mayo (Uzbekistán, Turquía, Tayikistán y Kazajistán), en el Campeonato de Europa (en abril, en Croacia) y en el Campeonato del Mundo.
Sí. Es como despertarme de una pesadilla. Durante mi carrera deportiva, he tenido momentos muy complicados; sobre todo, en los años 2020 y 2021, pero nada comparable a esta sensación tan desagradable de los últimos meses.
Sobre todo, la incertidumbre. La impotencia de no poder hacer nada y de ver que el tiempo pasaba sin respuestas, sin soluciones y sin poder hacer nada.
Obviamente, no estoy al 100%, pero me encuentro bastante bien. Los entrenamientos de las últimas semanas han sido buenos. No obstante, soy consciente de que los entrenamientos no tienen nada que ver con la competición. Lo que pueda pasar este próximo fin de semana es una gran incógnita.
La fe es lo último que se pierde. Desde luego, es muy difícil. Me enfrento a una lucha contra el reloj y casi contra la lógica. Pero nada es imposible. Yo voy a intentarlo con todas mis fuerzas. Sobre todo, por compensar todo el sufrimiento de los últimos meses.
Ponerme presión no me lleva a ninguna parte ni me aporta nada. Más bien, me lo quiero tomar como una nueva oportunidad. Es obvio que las circunstancias no son las mejores y no son como yo esperaba. Si consigo el billete olímpico, genial, me llevaré la alegría de mi vida. Si no lo logro, no podré reprocharme nada porque lo habré intentado.