En mayor o menor medida, todos los deportistas que van a competir en los Juegos de Río viven su particular cuenta atrás con mucha emoción. Sobre todo, aquellos que van a debutar en una cita de estas características, magnitud y envergadura. Por contra, en las antípodas de la ilusión y el cosquilleo, se encuentran aquellos deportistas que, por unas u otras razones, se han quedado a las puertas de viajar a Brasil. El Proyecto FER incluye en su nómina a algunos de estos exponentes que han acariciado el pasaporte olímpico, pero que, a última hora, no han podido atraparlo. Lo han luchado, lo han perseguido, lo han merecido… Pero se les ha escapado.
Cuatro deportistas FER han estado bien cerca de integrar la delegación española en los Juegos de Río. De los cuatro casos, hay dos especialmente dolorosos. Víctimas de sendos guiños malévolos del destino. Sus protagonistas, además, son muy jóvenes. Ambos se disponían a debutar en un certamen olímpico. A Jorge Ureña, la clasificación para Río 2016 se le escurrió cuando estaba haciendo la mejor competición de su vida. El decatleta de Onil iba camino de la marca exigida y, además, de subirse al podio en el Campeonato de Europa de principios de julio en Ámsterdam. Sin embargo, en apenas treinta minutos, tres nulos en la prueba de lanzamiento de disco arruinaron sus sueños. La misma crueldad se cebó con Teresa Bueso. Una grave lesión de rodilla sufrida en la quinta y última Serie Mundial de rugby 7 del año, la disputada en Francia durante el mes de mayo, le privó de una convocatoria olímpica segura. Jorge tiene 22 años; Teresa acaba de cumplir los 19. Ambos tendrán más oportunidades. Que nadie lo dude.
Mientras, Anna Sanchis y Eusebio Cáceres aspiraban a repetir presencia olímpica. Anna participó en Pekín 2008. Eusebio lo hizo en Londres 2012. El saltador de Onil no pudo alcanzar la final hace 4 años. Su ciclo olímpico ha sido tortuoso. Ha estado repleto de turbulencias físicas. Sin llegar a sufrir una dolencia grave, la acumulación de problemas ha sido incesante. Además, en momentos especialmente sensibles y significativos. O en plenas competiciones internacionales, o a pocos días de las mismas. 2016 no ha sido una excepción. No pudo hacer la pista cubierta. Tras superar las enésimas molestias en el tobillo izquierdo, se lanzó a tumba abierta a conseguir la mínima en longitud (8,15m) con la llegada de la temporada al aire libre. Dispuso de 7 oportunidades. El ansiado salto no llegó en ninguna de ellas. El deportista alicantino ha de empezar de cero para llegar a Tokio 2020. Conserva ilusión y talento. Solo le falta ahuyentar las lesiones.
La última protagonista del Proyecto FER en quedarse rozando su presencia en Rio es Anna Sanchis. La ciclista valenciana, decimonovena en la prueba de ruta de Pekín 2008, tuvo que hacer frente a demasiadas adversidades. Desde que empezó 2016, luchaba contra las rivales foráneas, contra el resto de ciclistas nacionales aspirantes a la cita carioca y contra sí misma. Sus agobiantes problemas asmáticos la lastraron durante los meses invernales. Minaban su rendimiento, pero no su moral. Llegó la primavera y la ciclista FER mejoró sensiblemente sus prestaciones. El problema surgió cuando el ciclismo español solo podía disponer de una plaza para Río. Y Anna no fue la elegida. Cuatro historias de desencanto y orgullo. No podrán disfrutar del privilegio de estar en Brasil. No obstante, nada pueden reprocharse.