Entre la polémica y la incertidumbre. En este contexto, está a punto de arrancar la nueva temporada del vóley playa, un curso marcado por todos los cambios introducidos por la Federación Internacional de voleibol. El modelo existente desde la conclusión de los Juegos Olímpicos de Río 2016, se articulaba en torno a los conocidos como torneos “World Tour”, cuyo rango, según su nivel y los premios económicos concedidos, iba desde los de 1 Estrella, los más modestos, hasta las 5 Estrella, los más prestigiosos. En todos estos certámenes, competían 32 parejas en el cuadro final, las 24 inscritas con mejor posición en el ranking mundial, que accedían directamente a la competición, y 8 dúos llegados desde la fase previa.
Ahora, este formato ha pasado a mejor vida. La Federación Internacional ha dividido el circuito profesional del vóley playa en tres tipos de torneos: de mayor a menor relevancia, los llamados “Elite”, los bautizados como “Challenge” y los denominados como “Future”. En un principio, los certámenes del nivel “Élite” eran cerrados. Sólo iban a acoger a las 16 mejores parejas por ranking mundial. Pero las protestas de los y las jugadoras han posibilitado, de momento, algunos cambios. Así, en los “Élite”, participarán 16 dúos: los 11 inscritos que estén mejor situados en el ranking internacional, uno que accederá gracias a una invitación, y cuatro procedentes de una fase previa. Y en los “Challenge”, competirán 24 tándems, los 15 inscritos mejor situados en el ranking internacional, más uno por wild card, más 8 parejas procedentes de una ronda previa. Así queda, por el momento, el formato de competición. Nada parece definitivo. Tampoco, el calendario, sometido a continuas modificaciones.
Lo único claro es que la temporada arranca en pocas jornadas con un doble torneo en México: del 16-20, un “Challenge” en Tlaxacala; y del 23 al 27 un “Elite” en Rosarito. Sin Liliana Fernández, embarazada, quien sí estará en ambos eventos será Pablo Herrera. En el Challenge de Tlaxacala, Pablo y su compañero, el gaditano Adrián Gavira, serán una de las 24 parejas ya en el cuadro final. En el “Elite” de Rosarito, disputará la ronda previa. El incombustible deportista castellonense, de 39 años, arranca su viaje hacia sus sextos Juegos Olímpicos.
La rodilla va bien. Está asimilando bastante bien las cargas de trabajo. No obstante, en lo puramente físico, me está costando arrancar. Hay diferentes motivos. He estado bastante tiempo parado, tuve el coronavirus, he empezado con mucha exigencia… pero, poco a poco, vamos mejorando.
No es fácil. Primero, porque este nuevo formato y modelo de competición no nos convence. Es más, nos perjudica. Después, porque tenemos más dudas que certezas. Están cambiando constantemente las reglas del juego y el calendario. De momento, sólo tenemos claros dos torneos en México, durante el mes de marzo, y un tercero que se jugará en Brasil a mitad de abril. Después, ya veremos. No obstante, el objetivo en esta parte inicial del curso es clasificarnos para el Mundial de Roma, en junio.
Tampoco sabemos cuando se va a poner el contador olímpico en marcha. Sigue todo en el aire. Ahora parece que será en enero del 2023. Desconocemos si este sistema se va a mantener en los próximos meses o si, por contra, experimentará más cambios. Desde luego, si se mantiene, no nos beneficia. El hecho de tener muy difícil el acceso a los torneos “Elite”, los que dan más puntos, nos complica el acceso a París 2024. Pero conservamos intacta la ilusión.
Mucho. Me considero una persona muy discreta y modesta, pero no voy a negar que esta opción de ser el primer jugador de vóley playa que disputa seis Juegos Olímpicos es uno de los principales impulsos para estirar unos años más mi carrera deportiva. Además, creemos que todavía tenemos recorrido para competir a un alto nivel.