Con el influjo de Tokio. Con el espíritu de la capital nipona. De los pasados Juegos Olímpicos, Eusebio Cáceres (Onil, Alicante, 30 años) se trajo mucho más que un diploma. Regresó con un baño de autoestima, con una inyección de confianza, con el entusiasmo de un principiante. Todavía hoy, casi 4 meses después, lamenta haberse quedado a las puertas del podio. Por cuarta vez en su carrera deportiva (ya le ocurrió en el Mundial de verano de Moscú 2013, en el Europeo al aire libre de Zúrich 2014, y en el Europeo bajo techo de Glasgow 2019), el atleta alicantino se llevaba la agridulce medalla de chocolate. En la última rotación de la final olímpica, un gran salto del griego Tentoglu le arrebataba una medalla de bronce que ya casi sentía colgada en su cuello.
No obstante, la cuarta plaza en Tokio no le supone un especial tormento, una especial amargura. El saltador FER se queda con la brillantez de su concurso. Fue capaz de establecer tres marcas personales del año en apenas una hora: 8,08m, 8,11m y 8,18m. Hasta estos brincos alcanzados en el estadio olímpico de Tokio, Eusebio había logrado, como mejor registro del año, los 8,04m firmados en la Golden League de Gateshead. No volaba tanto como hizo en los Juegos desde hacía 8 años, desde el Mundial de Moscú 2013 (8,26m). Ahora, cuando ya mira al próximo ciclo olímpico, y a una temporada 2022 cargada de grandes retos y eventos relevantes, éstas son sus reflexiones
Está intacta. Es más, he retomado los entrenamientos hace un mes, y he de controlarme para no saltarme los plazos establecidos y cumplir el programa diseñado por mi entrenador. Pero lo más importante es que me sigo encontrando igual de bien, tanto en lo físico, como en lo mental.
En aquel momento, nada más acabar la final en el estadio olímpico, tenía sensaciones contradictorias. Tristeza por haberme quedado tan cerca de una medalla, pero alegría por el gran concurso que hice. Pero sí, me traje mucho más que un diploma. Me traje un chute de energía y de ambición para el futuro. Fue un premio a la cabezonería. Pese a las dudas de mucha gente, yo siempre confié en mí. Esto me sigue encantando y apasionando.
Muy bien. Salvo las molestias propias tras un descanso bastante prolongado, me encuentro pletórico. Hacía mucho tiempo que no experimentaba estas sensaciones nada más arrancar la pretemporada. Pero reitero, quiero ir poco a poco, y no precipitarme.
Esa es la idea, afrontar los tres grandes torneos internacionales del año. No tengo una predilección especial por ninguno de los tres. Voy a todos ellos a por todas y con la máxima de las ambiciones.
Sin duda. Me remito a las declaraciones posteriores a la final de Tokio. Siento que mi cuerpo y mi mente pueden ofrecer mucho todavía. Tengo 30 años, pero experimento la sensación de empezar de nuevo. Noto la ilusión de un principiante. Todavía tengo mucho que decir, disfrutar y hacer disfrutar. Y por supuesto, todo va encaminado a los Juegos de París. Quedan 2 años y medio. Tampoco es tanto.