Alcanzar un pasaporte olímpico implica superar un reto titánico. El proceso clasificatorio es arduo, complejo y largo. Plantea innumerables obstáculos. Interpone auténticas emboscadas. Exige superar todo tipo de vaivenes deportivos, de altibajos emocionales. Prohibido no levantarse tras un tropiezo. Todos los deportistas que han alcanzado esa ansiada meta pueden dar fe de ello. El desafío es permanente. Pero hay dos deportistas que lo han tenido especialmente difícil. Han dado un ejemplo de perseverancia, de madurez y de equilibrio mental. No se han derrumbado ante una concatenación de adversidades. En última instancia, Fátima Diame y Jorge Ureña han obtenido un premio tan deseado como merecido. En pocos días, lo podrán disfrutar en el estadio Olímpico de Tokio.
Camino de los 25 años (los alcanzará a finales de septiembre), la clasificación de Fátima Diame para Tokio fue digna de una exitosa película de suspense. Ni el mejor guionista podía haber diseñado un desenlace tan emocionante. La atleta valenciana selló su pasaporte olímpico en la última jornada, en la última oportunidad, en el último evento y en el último salto. En el sexto y último intento del Encuentro celebrado en Castellón de la Plana el martes 29 de junio, postrera jornada para lograr las célebres mínimas. Fátima llegó hasta los 6,82m, la marca exigida, ni un centímetro más, ni un centímetro menos. El feliz desenlace llegó, además, después de estar parada durante tres semanas, entre finales de mayo y principios de junio, por culpa de una lesión muscular. El pasaporte tenía una gran dosis de desquite y reivindicación. En los últimos tiempos, crecieron las dudas y el escepticismo en torno a Fátima, una deportista con unas grandes cualidades y de la que siempre se esperaba una eclosión que nunca llegaba.
Una vez liberada de la presión que tanto la ha atenazado durante los últimos meses, y una vez convertida en una de las 32 atletas que competirán en la prueba de salto de longitud en Tokio, Fátima Diame se traza dos grandes objetivos: por una parte, acercarse, si no superar, los mágicos 6,82m que le dieron el billete olímpico; por otra, ser una de las 12 deportistas que superen la calificación y accedan a la gran final. Para conseguir tal hito, la deportista FER y sus entrenadores, los Blanquer, son conscientes de que, cuanto menos, habrá que rondar los 6,70m. Hace un mes, en Castellón, Diame demostró su capacidad para responder a situaciones de máximo estrés. Ahora, debe certificar que también está preparada para ofrecer las mejores prestaciones en un evento de la máxima envergadura.
Al igual que Fátima Diame, Jorge Ureña también se dispone a debutar en unos Juegos Olímpicos tras un proceso clasificatorio cargado de suspense. Tanto, que el atleta de Onil accedió a Tokio con el vigésimo tercer billete de los 24 disponibles para la prueba del decatlón. En realidad, el deportista FER ha sido protagonista de una larga novela de intriga, cuyo inicio se remonta, prácticamente a junio de 2016. En aquel momento, durante el Campeonato de Europa celebrado en Ámsterdam, un episodio de infortunio en el lanzamiento de disco le privó de ir a los Juegos de Río y supuso el arranque de un camino tortuoso en las competiciones al aire libre. Con la única excepción del Mundial de Londres de 2017, donde obtuvo una brillante novena plaza.
No obstante, cuando más espinas ha tenido que sortear Jorge Ureña para certificar su presencia en Tokio ha sido durante los últimos meses. El tramo final ha resultado especialmente borrascosa y agónico. A finales de abril, estuvo en Lana, donde no pudo completar las diez pruebas tras hacerse daño en la espalda a mitad de la primera jornada, durante el lanzamiento de peso. A finales de mayo, en el Campeonato de España de pruebas combinadas por Federaciones Autonómicas, y tras un espectacular primer día, fue víctima de la torrencial lluvia que cayó sobre Alhama de Murcia, sede del evento. Las inclemencias meteorológicas le impidieron, muy posiblemente, conseguir, o superar, la mínima olímpica de los 8.350 puntos, pero no evitaron un excelente registro de 8.209 puntos, su plusmarca personal y la cuarta mejor de todos los tiempos en España.
A mediados de junio, en la Reunión Internacional de Arona, Tenerife, volvió a lesionarse. Esta vez, durante el salto de longitud. Dos semanas más tarde, y sin estar al 100%, acudió al Campeonato de España de Getafe. Tuvo que tirar de oficio y capacidad de sufrimiento para sobreponerse a las molestias físicas y lograr una marca lo suficientemente interesante como para convertirse en uno de los 24 participantes en el decatlón de Tokio, donde, si le sale un día redondo, puede alcanzar los 8.300 puntos y acabar entre los 12 primeros. Su sueño.