Como protagonistas de una película de suspense. Así se sienten José Quiles y Pablo Coy en el Centro de Alto Rendimiento de Granada, una enorme instalación de 22.000 metros cuadrados convertida, durante estos días, en una especie de burbuja, de búnker, anti covid-19. Los dos componentes del Proyecto FER son dos de los 13 púgiles (10 chicos, 3 féminas) concentrados en tierras andaluzas desde el pasado 24 de mayo. “Entre nosotros, que somos 13, y algunos nadadores y triatletas, ahora estamos aquí unos 25 deportistas, menos de un 10% de la capacidad de este complejo. En este CAR de Granada, hay 88 habitaciones dobles; es decir, la capacidad es para unos 176 visitantes. Pero las circunstancias actuales y los nuevos protocolos lo han modificado todo. Todos estamos alojados en cuartos individuales. Además, algunas estancias se encuentran libres, por si hubiera que aislar a alguien, y muchas otras dependencias están cerradas”, explica José Quiles.
Antes de iniciar la concentración, cuya duración será de un mes, hasta finales de junio, todos los expedicionarios tuvieron que pasar el preceptivo examen médico (incluido el test del covid-19) y firmaron un documento en el que aceptaban una serie de normas que restringen su movilidad. “Estamos obligados a usar guantes y mascarillas siempre que salgamos de las habitaciones y transitemos por el CAR, menos cuando estamos entrenando, claro. Además, no podemos usar los vestuarios (cada uno se ducha en su habitación), y nosotros mismos tenemos que desinfectar el material utilizado. Otras de las medidas restrictivas es que los ascensores sólo se pueden utilizar para mover objetos pesados”, señala el joven Pablo Coy.
En realidad, los deportistas sólo coinciden en las sesiones de entrenamientos. Pasan la mayor parte del tiempo en sus dormitorios. Porque también desayunan, comen y cenan en sus habitaciones. “El comedor, como tal, está cerrado. Sólo puedes entrar en él para coger tu bandeja y subírtela a la habitación. Además, hay un camino para bajar y otro distinto para subir. Es decir, los recorridos son de una sola dirección. Y nos comunicamos por whatsapp, porque repito, a excepción de los entrenamientos, en los que también guardamos las preceptivas distancias de seguridad, prácticamente nos pasamos todo el día en nuestras habitaciones. Es decir, estamos viviendo una especie de segundo confinamiento, en este caso, en versión deportiva” relata, entre risas, Quiles, clasificado para los Juegos de Tokio el pasado 16 de marzo en Londres, en el último evento internacional antes de que el coronavirus lo paralizara todo.
Como es habitual, las sesiones de trabajo matinales son físicas. Mientras, los entrenamientos vespertinos son técnicos. Por las tardes, sólo pueden impactar sus puños contra sacos. Lo del combate directo, lo del cuerpo a cuerpo, de momento, aún deberá esperar un tiempo “Tenemos muchas horas muertas. En ocasiones, un cierto aburrimiento es inevitable. Pero entre la lectura, la televisión, informarte de la actualidad, la siesta y los diálogos con la familia y los amigos”, lo vamos sobrellevando”, cuenta Pablo, quien espera ansioso conocer si podrá disputar el Europeo sub-22, su gran cita de la temporada, aunque sea a finales del presente año.
Pese a estas condiciones tan especiales, los dos deportistas del Proyecto FER tenían ganas de reencontrarse con un centro deportivo. Aunque durante la cuarentena no dejaron de ejercitarse en sus respectivos domicilios, “lo que hicimos y teníamos en nuestras casas no se puede comparar con lo que hacemos y tenemos aquí en el CAR de Granada. Aunque a veces los días se hagan largos, te remontas en el tiempo, piensas en cómo estábamos en marzo y abril, y te animas. Parece que lo peor ya ha pasado. Y en mi caso, si tengo momentos de debilidad, pienso en los Juegos de Tokio del próximo año y se me pasan enseguida”, concluye Quiles.