Lágrimas de felicidad, semblantes de incredulidad, jadeos de fatiga, abrazos cargados de emoción, declaraciones próximas a la inconsciencia… Todas estas reacciones, y muchas más, invadieron a Liliana Fernández nada más culminar una auténtica proeza. Ni más ni menos que la clasificación automática para los Juegos de Tokio 2020 tras adjudicarse una de las dos plazas que se distribuían en el Preolímpico celebrado en China. Un mes y medio después de conseguir la medalla de bronce en el Campeonato de Europa celebrado en Moscú, la deportista alicantina, de 32 años, aporta otro galón a su apreciable expediente. En menos de un año, Liliana y su inseparable compañera, la madrileña Elsa Baquerizo, disputarán su tercer certamen olímpico. Horas después de este memorable hito, éstas son las reflexiones de la componente del Proyecto FER.
La verdad es que fue un momento único. Posiblemente, el más potente y espectacular de los que he tenido en mi vida deportiva, y ya van unos cuantos. Hemos conseguido podios en torneos del World Tour. Hemos conseguido medallas en tres Campeonatos de Europa. Pero las sensaciones vividas ayer en China son difícilmente superables. Fue un cóctel explosivo de emociones. Siempre hemos confiado en nuestras posibilidades. Estábamos convencidas de que, vía ranking, estaríamos en Tokio. Pero tenerlo ya es todo un alivio.
Acusamos la tensión previa al encuentro. Antes de jugar la final, estábamos muy nerviosas ante lo que había en juego. Sin duda, el inicio fue malo, pero en ningún momento nos descompusimos. Sabíamos que sería un partido largo y tendríamos nuestras opciones. Pese a perderlo, ya en la recta final del primer set, empezamos a ser mejores que las alemanas. Creo que el resultado y el desenlace fueron justos.
Realmente, esperábamos hacerlo bien, porque habíamos crecido y habíamos adquirido confianza en los últimos meses. Pero nos enfrentábamos a un torneo que era toda una incógnita. Para empezar, éramos 16 parejas, menos de lo que es habitual Por contra, había más partidos. El sistema de competición era distinto al World Tour. No daba puntos ni premios económicos. Por tanto, siendo conscientes de que lograr el billete olímpico era muy difícil, decidimos afrontar cada partido como un entrenamiento del máximo nivel. Fuimos de menos a más, hasta que nos plantamos en la final. En ese momento, nos dijimos, ahora no se nos puede escapar.
Sí, algo cambia, pero tampoco en exceso. La idea es jugar bastantes torneos durante los primeros meses del próximo año. Es cierto que, al no estar obligadas a sumar puntos, nos evitaremos algún viaje de un lado a otro del mundo. Por tanto, nos ausentaremos en algunos eventos. Pero serán pocos. No en vano, hay que llegar bien a Tokio y no hay mejor forma de hacerlo que midiéndonos con las grandes rivales en los torneos más prestigiosos y duros del circuito.
Así es. Sigo sin olvidar plenamente las eliminaciones de Londres 2012 y Río 2016. En ambos casos, en los cruces de octavos de final. Continúo con esas espinas clavadas en la memoria. En Tokio, sí o sí, hemos de pasar esa frontera y alcanzar, cuanto menos, los cuartos. Lo bueno es que, desde ya, podemos pensar que es posible, porque ya estamos clasificadas. Todavía no me lo creo…
Fue un momento único, probablemente el más potente de mi vida deportiva
Liliana Fernández