Madrugón tras madrugón, chapuzón tras chapuzón, brazada tras brazada, largo tras largo, sesión tras sesión… Así es como Lidón Muñoz del Campo (Castellón de la Plana, 03/12/1995) está escribiendo su propia historia. Un relato encomiable. Muy meritorio. Forjado a base de sacrificio, de constancia, de insistencia, de generosidad en el esfuerzo. En la nadadora castellonense, no hay un talento descomunal. Lidón no es ninguna estrella. Todo lo que está consiguiendo es fruto de su trabajo, de su perseverancia. De su capacidad para derribar muros. Así, cuesta más. Mucho más. Pero así, sabe mejor. Mucho mejor.
Desde 2017, su evolución es constante. Su crecimiento, gradual. No hay año en que la nadadora no establezca nuevos hitos. Los últimos, la clasificación para el Campeonato del Mundo de verano (Gwangju, Corea del Sur, 21-28 de julio), y dos espectaculares marcas en los 50m libres. Será su primer Mundial en piscina larga. A pocos días de competir en el país asiático, éstas son sus reflexiones.
Me encuentro pletórica y, sobre todo, muy ilusionada. Ya he conseguido aplacar los dos episodios de euforia vividos los días 15 de junio (cuando conseguí la mínima mundialista y logré bajar de los 25 segundos en los 50m libres) y 21 de junio, cuando en Roma paré el crono en 24:82. Ahora, ya estoy concentrada y preparada para competir, disfrutar y aprender de esta gran experiencia, mi primer Mundial en piscina larga.
No sé si me lo esperaba, pero tampoco lo veía utópico. Sabía que, si enganchaba un buen largo, podía rebajar la frontera de los 25 segundos. Desde luego, no son dos registros cualesquiera. En los dos últimos años, llevo 9 récords nacionales en los 50m libres entre piscina largar y corta, pero estos dos últimos son especiales. Suponen derribar un muro histórico.
Siendo realista, mi objetivo es superar la primera ronda y disputar las semifinales. Es decir, firmo la presencia en las semifinales. Actualmente, a pesar de los dos récords de España logrados en junio, estoy en torno a la plaza 20ª en el ranking mundial de los 50m libres. Aunque no puede haber más de dos nadadoras por país ni en las semifinales y en la final, debería rondar los 24:70 para meterme en la final. Y eso ya son palabras mayores. Por tanto, si consigo ser una de las 16 mejores, ya estaría satisfecha. Y en los 100m libres, mismo objetivo. Vamos, lo que ya hice en el Mundial de piscina corta del pasado mes de diciembre en China.
Aunque sigue siendo complicado, me veo con opciones. Los 24:82 que logré en Roma me han transmitido un optimismo enorme. La mínima para Tokio 2020 es 24:77. Es una marca durísima, pero he demostrado que está a mi alcance, que no es imposible. Sigo pensando que aún no he llegado a mi techo.
Sí. Hace pocas semanas, este club me ofreció la posibilidad de disputar con ellos esta nueva competición. Apenas tuve dudas. Me va a permitir acudir a eventos del máximo nivel y medirme con rivales de primera línea mundial. Y ello es especialmente interesante en un año preolímpico. Sé que en octubre nadaré en Indianápolis y Nápoles, y en noviembre en Londres. Me hace ilusión.
Tanto como eso, no. Me considero una nadadora que está creciendo durante los últimos años desde la humildad y la capacidad de sacrificio (Lidón compagina el máximo nivel deportivo con los estudios del Grado en Medicina). No quiero perder la perspectiva. He progresado y he madurado, claro, pero no quiero caer en la autocomplacencia ni pensar que está todo hecho. Cometería un error.