Corría la temporada 2016 y en el taekwondo internacional irrumpía un nombre: el de Blanca Palmer. En aquel momento, con tan solo 17 años, la deportista gandiense empezaba a absorber miradas y atenciones. No era para menos. Sin llegar a la mayoría de edad, consiguió ser subcampeona de Europa absoluta en menos de 46 kg, categoría no olímpica. Todo un ejemplo de precocidad. De talento innato. Sus enormes expectativas le llevaron a cambiar de categoría de peso. En 2017, Blanca se embarcó en menos de 49 kg, clase olímpica. Palmer empezó a medirse con rivales de gran renombre internacional y de altísima talla competitiva. Y el cambió se notó. Una combinación de factores de diversa índole (básicamente, académicos y deportivos) han abierto un paréntesis en su meteórica trayectoria. Un periodo de sequía al que Blanca quiere poner punto final. De ahí, su valiente decisión. Tras casi 10 años en el Club Olimpo de Sedaví, la gandiense da un golpe de timón a su carrera deportiva y se traslada al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat del Vallés, en Barcelona. Una nueva etapa. Un nuevo desafío. Y un objetivo claro: recuperar el brillo que, hace dos años, deslumbró a toda Europa.
Tras una temporada un poco irregular, ¿cómo te encuentras ahora que va a empezar un nuevo curso deportivo?
Sin duda, me siento mucho mejor, más animada y más optimista. Espero que vaya bien este año. He tomado una decisión muy importante, dejar mi tierra y trasladarme al CAR de Barcelona. Creo que me espera una temporada muy positiva.
En 2018, no has alcanzado los resultados esperados. ¿A qué lo atribuyes?
La incorporación a la universidad ha sido un proceso difícil. Representa un cambio muy significativo con respecto a los años precedentes. Estudio medicina, una carrera muy importante para mí y que, además, exige mucha dedicación. Tanto en 2017, con la Selectividad, como en 2018, con el inicio de los estudios universitarios, me han condicionado el aspecto deportivo.
Además, también has acusado el cambio de peso. ¿Crees que ya estás totalmente adaptada a la categoría de -49 kg? ¿O te sigue costando?
Es un peso olímpico y mucho más complicado que -46kg. Me encuentro con rivales un grandísimo nivel y, quieras o no, se nota. Pienso que sí estoy adaptada, pero me faltan detalles por mejorar para poder rendir a mi máximo nivel. Es cierto que, en los dos últimos años, ya he logrado alguna medalla en competiciones en -49kg, pero no me conformo, quiero seguir progresando.
¿Cuándo volveremos a ver a la Blanca ganadora y triunfadora?
Pronto. Sin duda. Tengo muchas ganas y, con el apoyo de la gente que me quiere, seguro que será más fácil. Creo que lo que me ha sucedido es algo inevitable, le pasa a la mayoría de los deportistas. Todos tenemos altibajos. Todos tenemos épocas en las que no somos nosotros mismos, cada uno por motivos diferentes. Pero estoy convencida de que el cambio a mejor llegará más pronto que tarde.
Ahora inicias una nueva etapa en el CAR de Barcelona. ¿Cuáles son las razones que te han llevado a dar este paso? ¿Ha sido una decisión difícil?
El año pasado, me costó compaginar estudios y deporte, y pensé que en Barcelona podría organizarme de otra manera y llevarlo mejor. Tomar esta decisión ha sido muy difícil. He estado casi 10 años en el Club Olimpo de Sedaví. Allí he crecido y he vivido momentos inolvidables. Todo lo que soy se lo debo al Olimpo; sobre todo, a mi entrenador, a Paco Martín, una especie de segundo padre. Repito, ha sido una decisión complicada. Además, venir a Barcelona también implica estar más lejos de mi familia y amigas. Es un cambio muy importante para mí, sin duda, pero creo que será positivo.