Con tan solo 10 años, Pablo Herrera (Castellón, 1982) ya medía 1,60m de altura. En aquel momento, practicaba la natación. Y le gustaba. Nada hacía presagiar que otro deporte se interpondría en su camino. Sin embargo, en unas jornadas deportivas celebradas en su colegio, el Armelles de Castellón, su profesor de gimnasia, Jesús Vargas, le animó a proyectar su envergadura al voleibol. Meses más tarde, un responsable del Club L’Illa Grau lo descubrió y lo captó para sus filas.
En ese preciso instante, empieza a forjarse el idilio del castellonense con el deporte de los saques, las colocaciones, los remates y los bloqueos. No obstante, el verdadero origen de la prolífica historia de Pablo Herrera sobre la arena y frente a la red se sitúa en una llamada recibida durante el mes de diciembre de 2002. Al otro lado del teléfono, Javier Bosma, el, hasta ese momento, mejor jugador de vóley playa español de todos los tiempos y ya, por entonces, 2 veces olímpico: en Atlanta 96 y en Sídney 2000. Bosma le propone dejarse el Elche, club con el que Pablo estaba disputando la Superliga masculina de vóley pista, y centrarse en el vóley playa para iniciar el camino hacia los Juegos de Atenas 2004. Apenas tuvo una semana para pensárselo. Pero su respuesta fue afirmativa.
Más de 17 años después, Pablo Herrera sigue siendo igual de tímido, pero va camino de erigirse en un deportista histórico. Y no solo nacional; también, internacional. El castellonense puede convertirse en el segundo jugador de vóley playa mundial en disputar cinco Juegos Olímpicos. Tal honor llegará si consigue el pasaporte para Tokio 2020. Por el momento, la nueva incorporación del FER 2019 ya ostenta un póquer de participaciones olímpicas. Y ninguna, como la primera. A pesar de tener solo un año y medio para compenetrarse y alcanzar cierta química, la pareja Herrera-Bosma pasaba del anonimato el estrellato gracias a la medalla de plata alcanzada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Un recuerdo absolutamente imborrable para Pablo Herrera. Con tan solo 22 años, el deportista castellonense firmaba toda una proeza.
A partir de ese momento, Herrera inició una singladura triunfal. Fue designado mejor jugador europeo en los años 2004 y 2005. En sus vitrinas, son incontables los éxitos acumulados. Destacan los dos Campeonatos de Europa conquistados: el de Moscú 2005, logrado con Raúl Mesa, y el de Austria 2013, conseguido con el gaditano Adrián Gavira, más que su compañero en la arena, casi un hermano, y con quien forma tándem desde el año 2009. Además, en 2015, se adjudicó el Grand Slam de Moscú. En 2016, fue oro en el Open de Xiamen, China. En 2017, se colgó la plata en el World Tour 4 Estrellas de La Haya. Y en 2018, fue campeón del World Tour 4 Estrella de Ostrava, medalla de plata en el Major Series de Suiza y medalla de bronce en el Campeonato de Europa disputado en Holanda. Un palmarés deslumbrante.
En la actualidad, Pablo está enfrascado en la lucha por la clasificación para Tokio 2020, los que serían sus quintos Juegos Olímpicos. De momento, el nuevo integrante del Proyecto FER no ha podido empezar mejor este curso preolímpico. En marzo, logró la medalla de bronce en el World Tour 4 Estrellas de Doha. Y a finales de abril, conquistó la planta en el torneo de Xiamen, China. Camino de los 37 años, Pablo conserva la ilusión, la pasión y el ímpetu de un principiante. Únicamente desea que la salud le respete. Hasta la fecha, en su dilatada trayectoria, Pablo solo ha tenido un momento realmente delicado. Fue en 2011, momento en que tuvo que pasar por el quirófano para operarse de su rodilla derecha, episodio que le impidió llegar en plenitud de condiciones a los Juegos de Londres 2012. El viaje del deportista castellonense hacia su repóquer olímpico ya ha empezado. Pablo ya es parte de la historia. Ahora, aspira a convertirse en leyenda.