Nuevos aires, nuevos destinos, nuevas etapas. Pablo Torrijos y Eusebio Cáceres dan sendos golpes de timón a sus respectivas trayectorias deportivas. Tras permanecer desde muy pequeños en sus poblaciones natales (Eusebio, en Onil; Pablo, en Castellón), ambos saltadores del Proyecto FER han decidido emigrar al Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Un giro para relanzar sus vidas atléticas. Un viraje para reencontrarse a sí mismos. Para redescubrir sus mejores versiones. Por diferentes motivos, y cada uno con sus particularidades, Eusebio y Pablo han atravesado una fase complicada. De cierto estancamiento. No han alcanzado los objetivos marcados. Con un inevitable punto de nostalgia, pero convencidos de su apuesta, los dos deportistas empiezan de cero. Todavía son muy jóvenes: 25 años para el alicantino, 24 para el castellonense. Tienen todo el tiempo del mundo por delante.
Víctima de un sinfín de lesiones, Eusebio lleva tres años en blanco. Encadenado a las experiencias negativas de un tiempo a esta parte, recuerda muy vagamente, y con mucha melancolía, su última gran conquista: el oro en el Europeo sub 23, título alcanzado en julio del año 2013 en Finlandia. Aquel gran salto de 8,37m es el último hito conseguido en plenitud de condiciones físicas. A partir de ese momento, incesante sucesión de desgracias, desventuras y turbulencias. Una desesperante intermitencia. Imposible que las dudas y la desesperanza no sacudan la mente. Con todo, y tras ponerse en manos del prestigioso Pedro Guillén, pudo llegar a tiempo de asaltar la clasificación para los Juegos de Río. No lo consiguió. Un nuevo golpe. El enésimo. El que, sin embargo, le empujó a emprender un viaje inimaginable hace pocos meses.
“Necesitaba empezar una nueva etapa. Cambiar de métodos, de hábitos, de técnicas. Probar otra cosa. Motivarme de nuevo”, explica Eusebio Cáceres. Un adiós a Onil no exento de tristeza y emoción. “Llevo toda la vida con mis entrenadores, José Antonio Ureña y Jesús Gil. Ellos lo han sido todo para mí. Comunicarles la decisión fue una de las cosas más difíciles de mi vida. Un trago muy duro. Pero lo entendieron y me apoyaron”, rememora Eusebio. Una historia muy similar a la de Pablo Torrijos, para quien ha resultado muy traumático separarse de Claudio Veneziano, su preparador desde bien pequeño. El mágico técnico siciliano que convirtió al castellonense en el primer saltador español en superar la barrera de los 17m. Por dos veces, además. Fue en el invierno de 2015. La segunda vez (17,04m) para ser subcampeón de Europa en pista cubierta.
Con esas credenciales, Pablo Torrijos se adentraba en el año olímpico con unas expectativas muy ambiciosas. En sus declaraciones, se mostraba convencido de que sus piernas tenían al alcance los 17,20m, marca que le podía permitir ser medallista en el Campeonato de Europa al aire libre de Ámsterdam y finalista en los Juegos de Río. Pero ni una cosa ni otra. Sus registros en 2016 nunca se aproximaron a los 17m. De hecho, logró el billete olímpico a pocas fechas del final del plazo. “Necesitaba un cambio, nuevos retos, nuevos estímulos. No hay otras razones”, explica el atleta FER. Eusebio y Pablo toman un nuevo rumbo. Y lo hacen con la seguridad de que la decisión es acertada. Caseros, hogareños y amantes de sus Onil y Castellón natales, dejan sus casas, familias, amigos y compañeros para emerger de nuevo. Quien no arriesga, no gana.