“Tengo que asimilar todo lo ocurrido en estos Juegos”. Era la primera reflexión de Quique Llopis minutos después de terminar cuarto en la final de 110 metros vallas de los Juegos Olímpicos de París. El mago de Bellreguard acarició lo heroico, lo impensable hace unos meses, y se colgó la simbólica ‘medalla de chocolate’ en una final plagada de estrellas. El favoritísimo Grant Holloway -oro, a la postre-, el campeón olímpico Hansle Parchment -quien corrió a su lado y a quien superó con creces-, y los Daniel Roberts y Rasheed Broadbell -plata y bronce, respectivamente-. También comparecían Orlando Bennett, Freddie Crittenden y Rachid Muratake, el mismo japonés que había vencido a Llopis en su serie de primera ronda. Pero arrugarse no va con él.
No fue su mejor salida y tocó con Roberts entre la primera y la segunda valla. Eso pareció lastrarle, pero su potencia a partir de la cuarta permitió al valenciano llegar a meta en unos nada desdeñables 13 segundos y 20 centésimas. No es su mejor tiempo: Llopis llegaba a la cita olímpica con una marca personal de 13.09, lograda en junio en el Campeonato de España de La Nucía. Roberts y Broadbell hicieron, precisamente, ese tiempo en la final de ayer. Es decir, si Quique hubiera mejorado su personal best, hubiera optado a medalla. Pero cada carrera es un mundo. Cada 110 metros, son una historia. Una batalla distinta. Y así lo reconocía el atleta: “He tenido un pequeño toque en la segunda valla… A la mínima tontería sabía que iba a estar fuera, he intentado recuperar como podía, pero el ansia me ha podido y ya estaba imposible”.
Llopis es un mago exigente. Y, a su vez, un ejemplo de crecimiento, paciencia y resiliencia. Entró en el olimpo del atletismo internacional cuando, en la tarde de este miércoles, accedió de manera directa a la final olímpica de vallas. Era su objetivo. Una meta que nunca rehuyó. Así lo aseguraba su entrenador, Toni Puig, antes de que su pupilo afrontase su semifinal, la más temible de las tres. “Hay que hablar claramente, la final es el objetivo y está para cumplirlo. Los deseos son algo efímero”, decía. Quique lo enfrentó sin titubeos y, este jueves, ha vuelto a medirse a los mejores vallistas del planeta.
De esa nómina de finalistas estelares, como Quique Llopis, el valenciano entró con el cuarto mejor tiempo de las semifinales y aseguró un diploma que pasará a la historia del atletismo español. La plata de Orlando Ortega en Río, la final de Asier Martínez en Tokio… y la hazaña de Llopis. Porque el camino a París ha sido espinoso hasta que, esta misma temporada, la magia del de Bellreguard ha explotado hasta el punto de superar precisamente a su máximo rival -y amigo- a nivel nacional, el propio Asier. Además, Quique tuvo que reponerse a la impotencia del fatídico toque con el francés Sasha Zhoya en la final del Europeo de 2022 en Múnich y al tropiezo en la última valla del Europeo de 2023 en pista cubierta, en Estambul. En el de Roma, este pasado mes de mayo, se colgó aquella plata que confirmó su candidatura a estar, como hoy, entre los ocho mejores del mundo.
13.16 fue su tiempo en la capital italiana. El deportista del Proyecto FER, iniciativa de la Fundación Trinidad Alfonso, cuyo mecenas es Juan Roig, está en su prime y solo pelear por los metales en unos Juegos le ha elevado a la cima del atletismo español. Es orgullo nacional.