Golpe de timón. Catarsis. Tras la amargura, llegó la reflexión. Y tras la meditación, la decisión. Eusebio Cáceres ha iniciado una nueva etapa en su dilatada y extensa carrera deportiva. En octubre, tomó la determinación de abandonar Madrid y de, seis temporadas después, volver a casa, a su Onil natal. Fue sólo un paréntesis. Medio año más tarde, se enrolaba en el prestigioso grupo de trabajo que lidera el mítico Iván Pedroso. Desde abril, Eusebio desarrolla su día a día deportivo en Guadalajara y comparte entrenamientos con Jordan Díaz, Ana Peleteiro, Héctor Santos, Fátima Diame o Yulimar Rojas.
Camino de los 32 años (los cumplirá en septiembre), el deportista alicantino busca nuevos alicientes. Para recuperar la ilusión y relanzar su carrera. Para atemperar la frustración experimentada durante el pasado verano. El atleta alicantino se presentó en el Mundial de Eugene y en el Europeo de Múnich de 2022 convencido de que, por fin, llegaría un premio tan perseguido como merecido. Sin embargo, pese a su buena condición física, Eusebio no pudo cazar ese gran salto que, según aseguraba, tenía en sus piernas. Especialmente doloroso resultó el paso por el Campeonato de Europa de Múnich. En Alemania, el deportista FER se quedaba a las puertas del podio en un gran evento internacional por quinta vez. Un desencanto difícil de asimilar. Por la cabeza de Eusebio, pasaron muchos pensamientos. Pero en ningún momento se planteó poner punto final a su trayectoria. Este viernes, viernes 26 de mayo, casi nueve meses después, se reencuentra con la longitud y con el foso de arena. Será en la Reunión atlética de Andújar. Se lo toma como una toma de contacto. Su plenitud llegará en unas semanas.
Encontrar nuevos alicientes y nuevas ilusiones. Ya hace tiempo que llegué a una conclusión; mi etapa en Madrid había finalizado. Volví a Onil, a mi tierra, donde, claro, estoy muy a gusto. Pero, en el fondo, la estancia en Onil era eventual. Hablé con personas de mi confianza. Algunas de ellas me plantearon la opción de irme a Guadalajara. Lo hablé con total claridad con Iván Pedroso y aquí estoy.
Que, si daba el paso, sería muy bien recibido. Pero que me lo tomara con calma y que adoptara la mejor decisión. Yo tenía mis dudas; primero, porque todo cambio conlleva una incertidumbre; y luego, porque nunca sabes si te vas a adaptar a un grupo de trabajo tan bueno y cuyos miembros llevan tanto tiempo juntos. Pero, la verdad, desde el principio, ha ido todo muy bien. Empecé con ellos en una concentración en Barcelona durante el mes de abril. Desde el primer momento, me sentí cómodo, a gusto, integrado y bien tratado.
No sé si la palabra es ‘superado’. Lo que sí puedo decir es que he recuperado la ilusión. Vuelvo a entrenar con ganas, con motivación. Y lo más importante: ha desaparecido ese cierto rechazo que me inspiraba la longitud después del verano de 2022. De hecho, en la temporada de pista cubierta, me refugié en las combinadas, porque no me apetecía hacer longitud. Poner esa distancia con el foso de arena durante un tiempo me ha venido bien.
Sí, pero soy consciente de que tendré que hacer un salto cercano o superior a los 8 metros para ganarme la presencia en el Mundial de Budapest.
Por supuesto. Sigo creyendo que soy competitivo. Si el cuerpo y la salud me respetan, me veo logrando buenos saltos y buenas marcas. Eso sí, no solo he de evitar las lesiones. También he de estar muy bien mentalmente. En el deporte de élite, tan importante es lo mental como lo físico. Y a ciertas edades, más todavía.